El libro de imagen

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Con "El libro de la imagen" Jean Luc Godard, un maestro mayor del experimentalismo y la vanguardia, amado por unos, detestado por otros, entrega una vez más un filme polémico, pero que los más tradicionales amantes de la primera época de su cinematografía ("Sin aliento", "Vivir su vida", "Rogopag") desconocerán.
La historia de los cinco capítulos como los cinco dedos de la mano es una suerte de rompecabezas, de caleidoscopio loco en que fragmentos de filmes, imágenes totales o secuenciales, pensamientos o palabras tiradas como botellas al océano, intentan captar el ritmo de la vida y del cine con ondulaciones formales, cadencias o mensajes crípticos.

ATMOSFERA OSCURA 
Recurriendo como nunca al montaje, al juego cinematográfico en su más puro sentido, su resultado es lúdico y sensorial, casi onírico y sólo explicable en la teoría -anti teoría del maestro que supo integrar la polémica "nouvelle vague".
Con altos y bajos en las ráfagas de movimiento que sacuden la pantalla, Godard deja lugar al caos y ciertos brillos, pero también a la desintegración y sentido sólo comprensible para unos pocos.
La situación del mundo, aproximaciones a su historia, a su literatura, a su política, a la esencia del individuo, siempre en un universo de ricos y pobres siguen siendo su historia. Forman el magma de la materia con que trabaja a puro montaje. Un pensamiento que entrecruza imágenes siempre difíciles de interpretar.
El mundo árabe es una preocupación. Pero todo el universo y el hombre siguen siendo materia de preocupación para Godard, experimental, caótico a veces, indescifrable y siempre dispuesto a la pelea.
Filme ensayo puramente frío y desbocados, donde la construcción lúdica, en cierta forma, lo acerca a una de sus últimas producciones, "Adiós al lenguaje", pero con una atmósfera fatalista y oscura.