“El el libro de imagen”, la última película de Jean Luc-Godad, se presenta con la apariencia de un rompecabezas que cada espectador podrá disfrutar, detestar o sentir perplejidad, pero nunca lo dejará indiferente. El maestro de la Nouvelle Vague opina con tono bastante sombrío sobre la compulsión por la guerra y el poder, la distribución de la riqueza y la deriva autodestructiva de la humanidad con una cantidad impresionante de imágenes de archivo y sobre todo referencias cinematográficas desde películas de los hermanos Lumiere hasta otras de Fritz Lang, Carl Dreyer, Tod Browning, Ernst Lubitsch, Orson Welles, Hitchcock y Pasolini, entre muchas otras. Pero también literarias y filosóficas que incluyen a Montesquieu hasta Flaubert, Victor Hugo, Van Vogt y cierra con un extenso tramo de “Una ambición en el desierto”, de Albert Cossery ambientada en el Golfo Pérsico.
Como si se tratase de un gran lienzo, Godard deconstruye esta especie de pentimento en el que van apareciendo las distintas capas de la historia y de las ideas, dividido a grandes rasgos en cinco capítulos que el director equipara a una mano, una mano capaz de crear, pero también de matar. Fascinado con las posibilidades infinitas de la tecnología aplicada a la imagen, Godard edita con un nivel de detalle fascinante y satura hasta el límite los colores y los monocromos en una operación poética que representa la profundidad de sus reflexiones, con fundidos a negro y su propia voz en off distorsionada, admonitoria o en un susurro. Además de su crítica a la violencia, el realizador rinde un homenaje a Cataluña y al mundo árabe como paraísos perdidos en este ensayo personal y visualmente radical.