Volvió Mowgli
The Jungle Book, el libro de Rudyard Kipling que reúne, entre otros, los cuentos de Mowgli, tuvo ya numerosas adaptaciones al cine. Dejando de lado telefilms y secuelas, las importantes fueron tres: la de 1942 dirigida por Zoltan Korda en muy hermoso Technicolor, la de Disney de 1967 y la de 1994 dirigida por Stephen Sommers. Sin embargo, esta versión de Favreau es la primera instancia de un film live action (con actores de carne y hueso en locaciones reales) centrado en las aventuras de Mowgli en la jungla con sólo animales de compañía. Tanto la versión de Sommers como la de Korda, por las limitaciones de sus épocas, dejaron los animales en un segundo plano y centraron sus relatos en personajes humanos con el regreso de Mowgli a la civilización como punto de partida para la trama. Favreau aprovecha los avances tecnológicos para acercarse al material original haciendo base en la adaptación de Disney (Kaa como antagonista hipnotizadora, por ejemplo, fue creación del querido Walt), pero con un enfoque más adulto y aumentando al máximo el factor aventura. Y cómo. El centro vuelve a ser Mowgli, y la selva. Otros humanos prácticamente no aparecen, más que como figuras lejanas, extrañas, creadores de la Flor Roja, notables únicamente por su capacidad de destrucción. La muerte, y por ende el peligro, no son ignorados. Los elefantes ocupan el rol de majestuosas fuerzas de la naturaleza, Shere Khan es verdaderamente letal y Kaa está lejos de ser un comic relief.
El libro de la selva modelo 2016 atrapa durante todo el metraje. Favreau construye la historia de Mowgli en varios segmentos, cada uno cuidadosamente elaborado tanto desde lo narrativo como lo visual. El film no posee tiempos muertos ni escenas de sobra, cada momento posee valor propio. Si bien todas las versiones pertenecen al género de aventuras, esta lo hace inyección de adrenalina de por medio y el resultado es la más espectacular, épica y deslumbrante de todas. Cada escenario de la jungla es una nueva posibilidad de maravillar y jugar. Como Favreau entiende que la técnica por sí misma no es nada, los diseños atraen pero siempre como complemento a la aventura. La emoción del film proviene de un respeto por las historias que no es tan habitual en el cine contemporáneo. El cariño por sus personajes es claro, y sabe cómo compartirlo, gracias también a un elenco vocal excelente. Bill Murray y Ben Kingsley componen contrapuntos perfectos con sus Baloo y Bagheera, la Kaa de Johanssen hipnotiza más con su voz que con sus ojos, el Shere Khan de Idris Elba es la más amenazadora de sus apariciones y King Louie, bueno, es Christopher Walken, imposible de superar.
Con diferencias y similitudes con ambas, El libro de la selva retoma la obra de Disney para acercarse un poco más a Kipling, y funciona y fascina porque las historias son pocas, pero las maneras de contarlas son infinitas.