Otro clásico animado cobra vida de la mano de Disney y un montón de animalitos parlanchines.
Las adaptaciones live-action (o sea, con actores de carne y hueso) de clásicos de la literatura infantil ya son una moneda tan corriente como las aventuras de superhéroes. Váyanse haciendo a la idea de que, en los próximos años, se vendrá un aluvión de estas historias, a veces bien encaminadas y otras tantas que quedarán perdidas en el recuerdo.
El futuro cercano nos dirá la suerte que correrá “El Libro de la Selva” (The Jungle Book, 2016), un nuevo intento de Disney por rescatar (y aggiormar) aquella nostalgia de la infancia con relatos un poquito más adultos y modernizados.
Jon Favreau –director de las dos primeras entregas de “Iron Man”- se hace cargo de esta nueva versión del clásico de Rudyard Kipling y nos lleva al corazón de la selva, donde el pequeño Mowgli (el debutante Neel Sethi) creció en medio de una manada de lobos que lo acogió desde bebé y lo crió como propio, incluso a sabiendas de que, cuando crezca, puede convertirse en su principal amenaza.
Todos los animales conviven en paz, siempre y cuando respeten su territorio, no es el caso del tigre Shere Khan (voz de Idris Elba), que se la tiene jurada al pequeño humano. Para salvar su vida y la de los suyos, Mowgli deberá abandonar a su familia adoptiva, atravesar la sabana y reunirse con los de su especie. Un viaje literal y metafórico para descubrir cual es su verdadero lugar en el mundo.
En el camino encontrará peligros, nuevos amigos, sabiduría y hasta un par de canciones, porque no olvidemos que esta es una película de Disney y, a pesar de que desentonan dentro de la historia, no puede evitar los musicales.
Ese, tal vez, es uno de los pocos puntos flojos del film que, a pesar de tener animales parlanchines, ostenta un nivel de realismo que da más miedo que las garras de Khan (esto en el mejor de los sentidos). “El Libro de la Selva” sigue la línea de “Una Aventura Extraordinaria” (Life of Pi, 2012), sólo que acá debe lidiar con una fauna más extensa y variada. La mayoría de los animales se luce (más allá de que el movimiento de sus bocas nos resulte un poco extraño), pero el CGI termina mostrando un poquito la hilacha cuando se trata de personajes secundarios.
Igual, estos detalles técnicos no opacan la tierna y humana historia de Mowli, que roba pantalla con su mezcla de ingenuidad y sagacidad propia de la infancia. Acá no hay artificio y cada animalito resulta tan creíble como los humanos que prestaron sus voces, un elenco impecable y muy reconocido que incluye a Bill Murray (el oso Baloo), Ben Kingsley (la paternal pantera Bagheera), Lupita Nyong'o (la madre loba Raksha), Scarlett Johansson (la escurridiza serpiente Kaa) y Christopher Walken (el gigantesco rey Louie).
“El Libro de la Selva” toma prestada cierta estética (y movimientos de cámara) de la animada “Tarzan” (1999), pero acá todo queda en familia. Hay acción, aventura, humor y canciones, aunque tal vez no sea tan apropiada para los más chiquitos que podrían no gustar de algunas escenas oscuras y violentas.
Uno de sus problemas es que se queda a mitad de camino entre lo infantil y lo adulto y, en un punto, parece estar dirigida directamente a un público más mayorcito capaz de entender y disfrutar de cada uno de esos detalles que, además, remiten al clásico animado del estudio del ratón, y la obligada evolución y adaptación al siglo XXI.
“El Libro de la Selva” es un placer para los sentidos (aunque tampoco hay que exagerar al respecto), pero lo bueno es que no se queda sólo en los detalles técnicos y visuales, y se esfuerza en profundizar sus historias y, sobre todo, sus personajes, muy humanos, aunque la mayoría camine en cuatro patas.