No está muerto quien pelea.
En general, cuando sé que Guillermo del Toro está detrás de algún proyecto, la idea me entusiasma y genera curiosidad desde el vamos. Y ya sea que me guste más o menos el producto final, siempre encuentro algo diferente en los trabajos que el cineasta encara de alguna u otra forma. El bombardeo actual de films animados realizados con diversas técnicas, tiene a ciertos estudios mejor posicionados dentro de la competencia. Sin embargo, cuando el destinatario principal es el público infantil, se sabe que los niños van a acudir en masa a toda película que apunte a su inagotable y colorido imaginario visual.
El Libro de la vida (The Book of life, 2014) es un cuento de amor y tragedia situado en un pueblito mexicano asediado históricamente por un temido bandido a quien todos llaman “El Chacal”. Dentro de un variopinto listado de personajes, son dos familias las que predominan: El eterno legado de los Sánchez, toreros de pura cepa. Y los ancestros del joven Joaquín, héroes indiscutidos colmados de valentía. El asunto es que las nuevas generaciones presentan muchas más debilidades, porque la brújula de sus sueños apunta hacia otras direcciones. Además, los dos niños protagonistas se batirán a duelo el amor de María hasta convertirse en adultos. Manolo busca ganarse su corazón a través de la música, y no matando toros como su padre exige. Joaquín en cambio, quiere demostrar ser el macho del bigote más apropiado como para proteger a su damisela, pese a no tener una imagen muy clara de lo que ello significa, por concentrar sus ideales en apenas una envidiable y corpulenta contextura física.
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El atractivo principal de la historia, yace en el culto a los muertos; una práctica que en México es muy común. Y en ese aspecto se albergan una infinidad de detalles increíbles e imposibles de apreciar en su totalidad (lo cual es positivo porque enriquece a nivel visual). La estética de los personajes, los mundos y submundos paralelos, la ambientación de cada lugar, los elementos espirituales que juegan un papel fundamental y por supuesto, la banda sonora, de la cual es responsable Gustavo Santaolalla.
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Algo que a mí particularmente me llamó la atención, fue la similitud que encontré entre esta película y una serie animada que solía emitir la sección “Nick@nite” del canal Nickelodeon, llamada: ‘El Tigre- Las aventuras de Manny Rivera’. Luego descubrí que tanto el director y guionista (Jorge R. Gutiérrez), como el coescritor del libro (Douglas Langdale), trabajaron para varios capítulos de ese dibujo animado. En fin, simplemente un detalle para agregar. Lo que no se discute es el alto nivel de realización artística y el empeño puesto en la animación; un trabajo excepcional. Voto por que esta valiosa visita al museo de las tradiciones más excéntricas que tiene la tierra de los mariachis y la lucha libre, pueda celebrar más de un logro en la temporada de premiaciones. Y si así no fuese… ¡Al menos que haya churros y burritos gratis para todo el mundo!