A dios rogando y con el mazo dando
Un hombre con una misión, ese es el personaje de Denzel Washington en este filme al que podriamos calificar como un western post apocalíptico religioso. Más allá del calificativo, no hay nada novedoso en esta trama que presenta a un solitario sin nombre que busca sobrevivir en un mundo de cielo gris y sol enceguecedor. En el camino se encuentra con forajidos a los que ajusticiará sólo si ve peligrar su propia vida -este hombre nunca ataca, sólo se defiende- y con destreza de samurai rebana al que se le cruce con su espada, o lo atraviesa con una flecha, si es que no lo agujerea a balazos con una recortada.
Como en toda película del Oeste que se precie de tal, el forastero llega a un pueblo y allí se las tiene que ver con el villano que lo domina. La primera imagen que tenemos de él nos lo muestra leyendo una biografía de Mussolini e inmediatamente descubrimos a Gary Oldman en el rol de Carnegie, listo para demostrarnos la clase de actor que es y cuánta vileza puede desplegar a través de su personaje.
Carnegie tiene a una banda de pandilleros dedicada a encontrar un libro, uno muy especial. Y lo que son las cosas, da la casualidad que Eli, el forastero a quien nadie nombra pero da título al filme, tiene un libro que lee todas las noches y lo cuida como si fuera una vida. Adivinen el resto.
Persecuciones al estilo Mad Max, citas bíblicas, la infaltable muchacha y situaciones místicas en medio de balaceras, hacen de este filme un pastiche extraño, bien realizado desde lo técnico y apoyado en un libro delirante que hacia el final revela una sorpresa, pero que no alcanza a cumplir con ninguno de los géneros que busca abordar.