De lobos y hombres
En El Líder conviven dos fuerzas antagónicas que confunden al espectador. Una de ellas es de carácter interno dado que involucra de manera directa a John Ottway, su protagonista, un hombre sin esperanzas ni futuro que vive más anclado en el pasado que en un tortuoso presente. A través de este personaje y, desde ya, de la empática actuación del gigantesco (literal y figurativamente hablando) Liam Neeson, el director y coguionista Joe Carnahan expresa sus inquietudes místicas, filosóficas y humanistas. Estos dilemas morales que Ottway sobrelleva con entereza pero también con mucha angustia, ya estaban subrayados aún antes de la prueba definitiva a la que lo somete el Destino (o Dios, o la causalidad, o como quieran Uds. llamarlo): sobrevivir a un accidente de avión en una inhóspita región de Alaska junto a otros pocos desgraciados compañeros de la compañía petrolera para la que trabajan. Por si no alcanzara con las inclemencias del tiempo y la indefensión ante la falta de refugio, abrigo adecuado y comida (la ayuda puede demorar días o semanas si es que alguna vez llega) el grupo debe lidiar con una manada de lobos que los acosa una y otra vez por haber ingresado a su zona de caza. Y aquí entramos a la segunda fuerza que mencionaba al comienzo de esta nota: la historia del enfrentamiento -al estilo gato y ratón- entre hombres y bestias (aunque en ocasiones los primeros igualan a los segundos en salvajismo) que van provocando bajas inevitables con el correr de los minutos.
La fricción entre el existencialismo desesperado que le otorga Carnahan a Ottway (y por ende al filme) y los ataques efectistas de los lobos no encuentra nunca un tono convincente. Es como si Carnahan hubiese estado viendo la espléndida filmografía de Terrence Malick para luego preguntarse: ¿qué haría Malick con un material como éste? Y lo intenta, lo intenta con ganas, pero el guión es de una elementalidad tan grande que se queda en la cáscara. Una melancolía de cartón pintado con fondo gris, golpes de efectos sonoros y unos versos supuestamente poéticos que Ottway recita en off cada vez que la muerte ronda cerca…
El Líder traza analogías claras entre lobos y hombres: en ambos bandos hay un macho alfa y otro omega a los que siguen los demás. Claro que los sobrevivientes están en inferioridad numérica y “jugando” de visitantes en el peor escenario posible: temperaturas de 40º bajo cero, nieve copiosa, viento ululante, etc. Para agigantar las diferencias a los animales se los ha caracterizado como criaturas casi sobrenaturales. Una idea que en la práctica no funciona y después de todo tampoco era necesaria. Así como se retacea lógicamente la figura de los lobos sobreabunda la presencia en escena de sus rivales humanos. Que podrán ser encarnados por buenos actores –en particular, Dermot Mulroney- pero cuya carnadura deja bastante que desear. Teniendo en cuenta que los trabajadores de la refinería son, en palabras de Ottway, “ex convictos, fugitivos y vagabundos”, se podrán imaginar que los personajes son un cúmulo de estereotipos. Y como tal deja que se anticipen sus reacciones media hora antes de que ocurran.
Pero no es todo negativo. La película si triunfa es en la elección de los escenarios naturales, la correcta utilización de los valores de producción (a cargo de los hermanos Scott, Ridley y Tony) y las bellas imágenes del director de fotografía Masanobu Takayanagi. Si bien el ritmo se resiente por la duración excesiva y las ínfulas líricas de un realizador que no está todavía para estas cosas, El Líder tampoco es algo para despreciar (aunque en lo personal esperaba mucho más).
Se advierte que tras los créditos queda una breve escena (que dicho sea de paso podría omitirse sin problemas).