El líder

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

ES UNA LUCHA

EL LÍDER (THE GREY) es un film sobre la lucha: los personajes, acechados por una manada de lobos en la desolada Alaska, se debaten entre pelear por su vida o rendirse y morir. Pero también hay otras batallas: la de un Liam Neeson peso pesado contra un guión que es como una capa de hielo quebradizo; la de la película contra sí misma, en una lucha por definir su propia esencia; la del director Joe Carnahan contra los clichés y las truchadas del cine clase B, un combate en el que por momentos vence, en otros pierde y en otros, directamente, se deja ganar.

Los sobrevivientes de un accidente aéreo, todos compañeros de trabajo de una refinería de petróleo, despiertan en medio de la nada blanca que es Alaska. Liderados por el duro Ottway (Liam Neeson) deberán sobrevivir al acecho de una manda de feroces lobos, al clima atroz y a ellos mismos. Pero la lucha más importante que propone la película es aquella contra el miedo, contra todo lo que nos paraliza. Así, el lobo es un terror real, pero también metafórico: este miedo encarnado hace, entonces, una curiosa parábola que parte de los cuentos infantiles (y, porque no, de los temores de los primeros seres humanos) hasta llegar a este relato cruel y espeluznante sobre un grupo de hombres en una situación límite: la civilización ya no existe para ellos, están desnudos ante lo salvaje ¿Cómo sobrevivir a algo así? Tienen que volverse tan animales como los lobos que los persiguen, despojarse de toda su humanidad hasta que sólo quede ese impulso primitivo de seguir luchando. Pero no es algo fácil de lograr: hay consecuencias de llevar a cabo esa transformación y no todos lo lograrán.

La película en sí misma también sigue una curiosa trayectoria: hay un comienzo existencialista y conmovedor en el que Liam Neeson se luce como el sufrido Ottway, no sólo con su actuación, sino también con la voz en off. Después sigue un accidente aéreo poco aprovechado (que en cuanto a intensidad sale perdiendo si lo comparamos con escenas similares en el film ¡VIVEN! o en la serie “Lost”) y el comienzo de la lucha por sobrevivir: el caos post-choque, los clásicos roces entre el autoproclamado líder y aquellos que no están de acuerdo con él, los lobos, las persecuciones y algunas escenas que pretenden ser emotivas pero no lo logran (como la muerte de algunos personajes). Recién al final nos encontramos con esa otra película que estábamos viendo al principio, con un Neeson grandiso, totalmente protagonista de fuertes momentos emocionales (y hasta me atrevería a decir poéticos), magistralmente subrayados con una banda sonora que conmueve. El problema de EL LÍDER es todo lo que hay entre el inicio y ese final.

Los lobos, los otros grandes protagonistas del film, no funcionan. Se nota demasiado su artificialidad: los movimientos de las bestias no están bien logrados ni cuando son animatronics (marionetas mecánicas) ni cuando están hechos en computadora. Al comienzo, Carnahan, sábiamente, no deja que veamos a los lobos, que acechan desde la oscuridad. Un buen ejemplo es la escalofriante escena en la que Ottway levanta una antorcha y el brillo del fuego se refleja en los ojos de los animales, cuyas siluetas apenas se visulmbran en la negrura. Pero Carnahan, también co-guionista del film, decide que los lobos se dejen ver más adelante y ya no dan tanto miedo: se mueven de forma poco natural y, en algunos momentos, llegan a ser ridículos. Una pena.

Es para destacar el buen uso del sonido que hace la película. Por ejemplo: el miedo y la tensión se logran sólo con los aullidos y gruñidos, mientras la cámara filma el bosque; no hace falta nada más. También está bien conseguida la sensación de desamparo ante el fuerte e inclemente viento de Alaska, tanto que casi parece traspasar la pantalla.

EL LÍDER da un par de buenos golpes: contrapone las pulsiones de vida y de muerte, se atreve a lanzar una feroz reflexión sobre la fe, se cubre inteligentemente de las probables comparaciones (como cuando los sobrevivientes del accidente hablan de la posibilidad de comerse a los muertos como en ¡VIVEN!) y hay momentos en los que genera buenos climas de suspenso y terror con casi nada. Pero todos esos componentes a favor quedan diluidos entre los repetitivos ataques de los lobos, un guión con algunos fallos y estupideces (como el momento en que tienen que cruzar un precipicio) y personajes secundarios bastante apagados que se limitan a morir de a uno por vez. EL LÍDER no ganó, pero dio pelea. Joe Carnahan, el director, seguro volverá a intentarlo: la lucha sigue, siempre.