Desafiantes aullidos en territorio blanco
Líderes enfrentados, humanos versus lobos. Con Alaska como escenario níveo. Sobrevivientes de un accidente aéreo, este grupo de trabajadores de pozos petroleros, rústicos y malhablados, habrán ahora de convivir de modo forzado para enfrentar el desafío de los aullidos y de la orina que marca su territorio. La mirada vigía de Ottway (Liam Neeson) procura lo mismo o parecido a lo que hacía con el arma en mano: disparar a la amenaza para mantenerla a raya, tal su función en los pozos de petróleo. Pero ahora los tantos han cambiado, ya no hay arma, sino sólo recuerdos de algo que se ha vivido hace poco tiempo, cuando había calidez alrededor y sonrisas de mujer amada. (A destacar la participación del rostro de encanto de la actriz Anne Openshaw, esposa envuelta en sábanas, de semánticas blancas -y ambivalentes- también.)
El líder puede pensarse como versión en reverso de El vuelo del fénix (1965), de Robert Aldrich. Allí, bajo la égida delgada de James Stewart, un grupo de actores formidables (Peter Finch, Ernest Borgnine, George Kennedy, Richard Attenborough) enfrentaban la inclemencia del desierto en busca de agua. En El líder lo que rodea es hielo y es gris (tal su título original). Un manto que cubre toda posibilidad de horizonte. Y un grupo humano que se ve reducido paulatinamente. Arrojados a una situación violenta por primaria, serán ahora los instintos los que manden, mientras atisbos de razón todavía resisten. A la par, un coro de aullidos lúgubres acompaña la huida, distorsiona la mente, llena de miedos el corazón, y mata.
En este sentido, el montaje sonoro es pretendidamente extraño. Los aullidos mutan en distorsiones. Con lobos de aparecer fragmentado, aludidos desde el fuera de campo: brillo de ojos, dientes afilados, jadeos de rabia, o la huella animal que la sangre que se congela dibuja. Más la artesanía de Gregory Nicotero en la construcción de animatronics (desde Creepshow y Bride of Re?Animator hasta Lord of Illusions y los Vampiros de Carpenter), lo que equivale a decir que en El líder los lobos han sido construidos para parecer reales y para morder de verdad. Experiencia que el espectador sabe sentir, más aún cuando son tantas las películas con trucos de ordenador y con dentelladas que no son.
No es que se trate de un film extraordinario. Sino sólo de una película de género, contada con la suficiente firmeza como para alcanzar algo más que un simple desenlace, aún cuando alguna "hipérbole" pueda forzar su verosímil. El líder, por ello, sale con buen y suficiente aire como para lograr compartir el regusto salvaje de sus lobos con el ánimo cavernario de la platea. Las relamidas de miel (o de sangre falsa) se vuelven así más sabrosas.