Navegar el duelo
A veces el duelo, la pérdida intempestiva de algo amado, puede ser como un río. Interminable e insondable, con un cauce desconocido, que al transitarlo deja estelas, huellas que rápidamente desaparecen. El río que separa las dos orillas, la de la memoria en uno de sus márgenes y la del olvido en el otro, es el espacio donde no hay tiempo, o por lo menos en el que la cronología se encuentra abolida. Eso no significa suspendida, quieta, sino simplemente que no hay una dirección única para navegarlo.
El cine y la literatura, cuando se fusionan, también generan este tipo de propuestas, con su río y orillas propias. Gustavo Fontán lo conoce de memoria, explora en cada una de sus películas esa intemperie, incerteza y ahora le suma a este viaje una nueva narrativa en la imagen.