Fontán superael difícil desafío de adaptar a Saer
El recordado escritor santafesino Juan José Saer colaboró en el guión de sólo dos películas: "El encuentro" (Dino Minitti, 1966) y "Las veredas de Saturno" (Hugo Santiago, 1986). Y vio con satisfacción tres adaptaciones de otras tantas historias suyas: "Palo y hueso" (Nicolás Sarquís, 1968, un cuento), "Nadie nada nunca" (Raúl Beceyro, 1988) y, en especial, "Cicatrices" (Patricio Coll, 1999). Pero hasta el presente nadie se había animado con "El limonero real".
Se explica. Su trama es bastante reducida. Un día de fin de año en la vida de dos isleros agobiados por la muerte del hijo, hace ya seis años. El hombre va a encontrarse con sus parientes políticos. La mujer sigue encerrada en su duelo. Eso es todo. Pero se cuenta mediante frases larguísimas, complejas, llenas de repeticiones, aliteraciones y descripciones harto detallistas, y unos diálogos muy literarios, combinados con vagabundeos de la mente y reflexiones, diríamos, joyceanas. ¿Cómo trasladar eso al cine?
Gustavo Fontán ("La orilla que se abisma") evita el riesgo de la transcripción. La anécdota permanece, y el comienzo es muy similar al de la novela, pero el resto elude los relatos que hay dentro del relato, reduce los diálogos, deja el hueso. Y, lo más importante, nos lleva al espíritu del libro mediante sus posibles equivalentes cinematográficos, apelando a la contemplación del paisaje islero, a la inmersión en el mismo, que ya de por sí parece ensimismado, y apelando también a la elaboración de un sonido en varias capas, realista y estilizado al mismo tiempo. Película breve, singular, poética, pide ser vista con el debido estado de ánimo. Rodaje en el Colastiné, con Germán de Silva y dos pilares fundamentales en el cine de Fontán: el director de fotografía Diego Poleri y el sonidista Abel Tortorelli.