Producido por Antonio Banderas, El lince perdido es un film de animación español que cuenta con una trama ecológica atendible y una realización dotada de recursos aceptables dentro de la especialización digital del género. Los países de habla castellana están ofreciendo alternativas interesantes frente los tanques de Pixar y Dreamworks como Perú con la reciente El delfín: La historia de un soñador y nuestro país con la aún en cartel Gaturro. Si bien esta nueva obra infantil cinematográfica ha sido premiada con un Goya y considerada en España como la mejor hasta la fecha, no parece superar la magia de El bosque animado, que inauguró la animación 3D en largometrajes en su país de origen y en Europa toda, ni mucho menos la creatividad de Planet 51 de Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez De todos modos en este último caso participaron capitales y artistas estadounidenses, y en esta pieza de Manuel Sicilia y Raúl García, todo corre por cuenta de animadores, actores y productores ibéricos.
La historia corresponde a Félix, un lince herido que se recupera en una oscura clínica para animales que después se verá que es un refugio para animales en peligro de extinción. Centro manejado por un millonario de nombre alegórico –Noé-, que deberá confrontar con Newmann, un cazador mercenario que pasará de ser aliado a enemigo, mientras veremos peripecias del lince junto a personajes logrados como un camaleón que no es precisamente diestro en el arte del camuflaje, una cabra y un topo.
La trama es dinámica, con algunos momentos divertidos, y resulta original que el protagonista sea un lince, bello animal en riesgo, pero de todos modos su personaje y el de su contrapartida femenina (Lincesa) están discretamente delineados y no generan el interés necesario. Los chicos, termómetro fundamental para mensurar este tipo de films, se sienten atraídos sólo por momentos.