El mejor amigo del hombre regresa a la pantalla grande en una película para disfrutar en familia y que hará que, una vez terminada, corramos a abrazar y agasajar a nuestra mascota.
«El Llamado Salvaje» está basada en la novela homónima de Jack London y cuenta la historia de Buck, un perro bonachón que en la década del 80 y como consecuencia de la fiebre del oro, es robado y vendido para formar parte de un grupo de perros de trineo. Así, Buck comenzará una gran aventura llena de desafíos que lo ayudarán a encontrar su lugar en el mundo.
Ya sea tanto en películas animadas como realistas, comúnmente, el espectador llega a empatizar con el animal protagonista a niveles exorbitantes haciendo que cada vivencia que atraviese, ya sea buena o mala, se viva a flor de piel como si de un miembro de nuestra familia se tratara. Sin embargo, este film se queda corto. No a causa de la trama, que se apega al libro original y nos lleva a recorrer un sinfín de emociones a lo largo de la historia, sino a causa de, quizás, lo mejor y lo peor de la obra: los efectos especiales. El CGI, además de verse en la ambientación de los hermosos y nevados paisajes de Alaska, supera las expectativas al traernos un «Buck» al borde del realismo que es digno de alabar pero que no logra atravesar la delgada línea que divide lo real de lo animado, haciendo que más allá de que sintamos simpatía por él, no dejemos de notar que es un animal computarizado.
Por otra parte, resuena mucho en el film la libertad que se toma el director, Chris Sanders, de atribuirle acciones demasiado humanas al can como la solidaridad, autosuperación o la concientización sobre los efectos del alcohol, lo cual, al tratarse de una película con protagonistas de carne y hueso, es poco creíble, sobre todo si se está intentando que el animal sea lo más realista posible, llevándolo a veces al nivel de películas como el live action de «Scooby-Doo» del 2002.
Este accionar no es de sorprender en el director ya que toda su filmografía anterior (tres films codirigidos) presenta animales «humanizados», con la diferencia de que en esos casos se trataba de películas 100% animadas: las nominadas al Óscar «Los Croods», «Cómo entrenar a tu Dragón» y la joya de «Lilo & Stitch». Obras en los que este estilo cae como anillo al dedo al ser largometrajes que apuntan mayormente a los más pequeños.
Fuera de lo que es el perro estrella del film, son destacables los papeles de Omar Sy («Amigos Intocables», 2011), con un carisma fuera de este mundo, y de Harrison Ford, la estrella humana de este film, que naturaliza la relación con Buck de tal manera que nos preguntamos si al verlo imaginaba a Chewbacca para hacerlo tan realista. Ambos sobrepasaron con creces al antagonista, Dan Stevens, que, aunque se han visto buenos papeles en él, no puede evitar, a causa del guion, tener que personificar al típico «villano de Disney» de manera forzada lo que sólo sirve para ridiculizarse entre los más grandes y «asustar» a los más jóvenes.
En pocas palabras, «El Llamado Salvaje» no deja de ser una película hermosa, pero tampoco deja pasar desapercibida que se trata de una película de Disney, aunque esté bajo el sello de 20th Century Studios, desilusionando a los que busquen emocionarse al nivel de «La Razón de Estar Contigo», pero alegrando a aquellos que quieran un film familiar que logre retener la atención de los niños totalmente.