El cine de aventuras ubicado en paisajes naturales y basado en la legendaria novela de Jack London publicada en 1903 renace conEl llamado salvaje, un relato concebido a la vieja usanza , al igual que en el filme protagonizado por Charlton Heston en 1972 y cuyo final es similar al de esta nueva entrega.
Entre el costado salvaje, la furia de la naturaleza y la brutalidad del hombre, la película ambientada en la época de la fiebre del oro en 1890, trae a Buck, el revoltoso perro (cruza de San Bernardo y Collie escocés) perteneciente al juez Miller (Bradley Whitford) que es secuestrado de su hogar en California (en el que hace destrozos debido a su torpeza y gran tamaño) y vendido para tirar trineos que llevan correspondencia en el helado ámbito de Yukón, Canadá.
Ese arduo trabajo que realiza junto a su comprensivo amo Perrault (Omat Sy) y su compañera Francoise (Cara Gee) se ve interrumpido por una tormenta y amenazado además por el arribo del telégrafo. Buck enfrenta una serie de peligros (alud incluido) junto a los suyos en medio del maltrato, la explotación (como en Dumbo) y un feroz combate contra el líder perruno de la manada.
Buck pasa de mano en mano y se cruza con John Thornton (Harrison Ford), el ermitaño que vive en una cabaña y arrastra un doloroso pasado familiar. Buck y John se necesitan en este viaje que se encamina hacia la adultez y la búsqueda del hogar según las leyes de la naturaleza.
El riesgo de la propuesta recae en la técnica de animación digital de Buck (y del resto de los animales) para convertirlo en un personaje realista que interactúa con los actores, pero la barrera es superada en esta historia fiel al libro original escrita por Michael Green (Blade Runner 2049).
El personaje de Harrison Ford (aquí sin el látigo de Indiana y con barba tupida) aparece de manera episódica y luego encuentra el desarrollo adecuado en el segundo tramo, donde impone su magnetismo y muestra la fragilidad de un aventurero solitario.
El director Chris Sanders (Los Croods y Cómo entrenar a tu dragón) conoce las aventuras de animación, acierta con el ritmo y sortea los golpes bajos, apoyado por la exquisita fotografía de Janusz Kaminski. Se contagia además la maldad del villano casi infantil encarnado por Dan Stevens, un ambicioso buscador de oro.