La gran paradoja de este estreno es que se trata de una producción de los estudios Fox que parece una película live action de Disney de los años 70, con la particularidad que reúne los vicios más nefastos del cine de la actualidad.
Una particularidad que tuvieron las adaptaciones del clásico literario de Jack London es que todas las películas son diferentes si bien trabajaron la misma premisa argumental.
La versión de Hallmark de 1996, con Rutger Hauer como protagonista, es la que capturó con mayor fidelidad el espíritu del libro.
Esta nueva interpretación que llega a los cines fue realizada por Chris Sanders, un artista del campo de la animación, responsable de títulos populares como Lilo y Stitch y Cómo entrenar a tu dragón.
Su debut en el cine live action presenta dos características especiales que no tenían los antecedentes previos de esta historia de London en el cine. En primer lugar la trama tuvo un tratamiento más infantil donde el director erradicó todos esos elementos oscuros relacionados con la supervivencia en la naturaleza, junto con las interacciones violentas entre los animales y los humanos.
Todo el drama y la crudeza de la novela original acá se presenta de un modo más aséptico con el fin que el espectáculo sea digerible para los niños.
Los productores apuntaron claramente a convocar en las salas a un público familiar con una representación más endulcorada de la historia.
Esto resulta un inconveniente porque se perdió muchísimo ese espíritu de peligro que enfrentaban los protagonistas donde la naturaleza representaba una amenaza importante.
El otro tema con la obra de Sanders pasa por el hecho que los animales fueron recreados con CGI y tanto la calidad de los efectos como su ejecución es muy pobre.
Resulta comprensible que en la actualidad se use la tecnología para prevenir que los animales se lastimen durante el rodaje o sean expuestos a situaciones innecesarias de peligro.
Recuerdo que en la adaptación de esta novela de 1993, con Ricky Schroeder, había una escena espantosa donde al perro lo golpeaban en serio y generaba una incomodidad tremenda.
El hecho que hoy se cuiden más estas cuestiones es una evolución positiva.
El tema es que en esta producción abusaron demasiado de las herramientas digitales y el film resulta muy artificial.
En El llamado salvaje se da la situación inversa que tuvo la remake CGI del Rey León.
En la película de Jon Favreau el realismo que tenían los animales era tan perfecto que los personajes no podían expresarse como demandaba un musical de fantasía.
Por el contario, en la producción de Fox el perro protagonista tiene expresiones de un dibujo animado que se contrapone con el realismo de la historia.
Para que se entienda bien, el problema no pasa porque los efectos especiales reemplacen a los animales reales sino por el modo en que se los representa dentro de la trama. En más de una escena Buck, el clásico canino de London, se comporta y trae al recuerdo al Scooby Doo live action del 2002 y eso genera una distracción permanentemente que te saca de la historia.
Por otra parte, la película de Sanders abusa de un modo obsceno del CGI e inclusive hay escenas donde se percibe con claridad que los actores no se encuentran en la naturaleza sino en un estudio delante de una pantalla verde.
Para tratarse de una historia basada en una obra emblemática de Jack London esto es muy difícil de defender.
Afortunadamente la labor de Harrison Ford le aporta un poco más de corazón y dignidad a esta adaptación y permite que dentro de todo la experiencia se haga llevadera gracias a su presencia.
Un caso diferente es el de Dan Steven (La bella y la bestia) quien compone un villano exagerado que resulta más un carga para la trama que un aporte interesante.
En resumen, una adaptación deslucida de un gran clásico de la literatura que se deja ver por la labor de su protagonista y probablemente entusiasme más a los amigos de los pastiches digitales.