Muchas de las novelas de Jack London son material para el cine, en especial “Colmillo Blanco” y “El llamado de lo salvaje”. Esta adaptación es lujosa, grande, “profesional” en el sentido más lato del término. Y su responsable es un muy buen director de animación, Chris Sanders, quien desde Lilo y Stitch –y, claro, con “Cómo entrenar a tu dragón”– ha trabajado la poética de la amistad hombre-mascota. Pero esta película, a diferencia de otras obras “con animales”, tiene un defecto enorme: la animación hiperrealista, que en lugar de crear verosimilitud, genera una distancia grande con el espectador en secuencias clave. Por suerte, Ford, uno de los más grandes actores clásicos –en el sentido estilístico– que dio el cine, crea empatía y calidez, la cuota realmente humana de la película, que le permite salir adelante contra el demasiado escuchado llamado de la tecnología.