La película Colmillo Blanco, de 1991, marcó la infancia de más de uno a través de nuestras videocaseteras. Ahora el mismo estudio que la hizo posible, y nuevamente valiéndose de otra creación del escritor estadounidense Jack London, trae una nueva historia de aspiraciones épicas con un canino al frente. Esto es El Llamado Salvaje.
El Líder no es Millán
El Llamado Salvaje es una historia sobre encontrar nuestro lugar en el mundo y aquellos vínculos que llamamos nuestro hogar. Es una historia sobre buscar un grupo de pertenencia.
Buck, el canino protagonista, aprende a ser parte de una manada. Primero como parte un grupo de perros tira-trineos, y luego con las fieras salvajes de la naturaleza. El que el orden de dichos eventos sea así no es accidente. Es estando con los perros tira-trineos que Buck se deja de portar como un perro malcriado y aprende a ser parte de un equipo, a anteponer las necesidades de otros antes que las suyas. Es por este mismo altruismo que el personaje consigue no pocas veces el liderazgo de los grupos a los que pertenece.
Hay dos detalles a destacar que hacen de esta propuesta algo doblemente satisfactorio, a pesar de no llegar a la excelencia: primero, por obvio que pueda parecer, una gran parte del desarrollo narrativo se logra sin ayuda del dialogo. Es esa acción pura, visual, la que nos hace entender e involucrarnos con el personaje todo el camino.
El segundo detalle es el hecho de que, si bien se encuentra con humanos salvadores en el camino, a medida que progresa la trama el perro se vuelve más independiente. Por más nobles que sean los humanos que lo acompañan, estar junto a ellos implicaría una atadura que pondría en contradicción la esencia de lo conseguido por el personaje a lo largo de la historia y el tema de la película en sí mismo. Por simpáticas que nos parezcan las alianzas que forma con sus humanos, su viaje es otro, quedarse es desoír el llamado al que alude el título de la película.
Por el costado interpretativo, actores como Harrison Ford, Omar Sy y Dan Stevens plantean prolijas labores; si bien evocan emoción, son íntegramente funcionales a ser la compañía del perro protagonista. Si de este nos ponemos a hablar, el nivel del CGI utilizado para darle vida a Buck es de destacar. El realismo no solo está presente, sino la expresividad.
La labor física de Terry Notary, quien viene de trabajar en la trilogía de El Planeta de los Simios, es tan vital como cualquier bit de computadora. No sería descabellado pensar que en algún lugar de Hollywood, algún ejecutivo está viendo la película y al ver el parecido del perro junto al avance tecnológico, se esté pergeñando en su cabeza una remake de Beethoven.
Visualmente como un todo, El Llamado Salvaje muestra con enorme riqueza los paisajes del Yukon, pero también tiene la pericia de saber cómo usarlos como el centro de las múltiples piezas de acción que tiene la película. Escenarios apoyados por la luz y la cámara del siempre eficaz Janusz Kaminski (habitual director de fotografía de Steven Spielberg)