Adaptación del clásico de Jack London publicado en 1903. Luego de un sinfín de versiones cinematográficas y televisivas, llega una nueva interpretación que gracias a la tecnología digital consigue acercarse más que ningún otro a las ideas narrativas de la novela original. La maestría de London de contar una historia a través del personaje del perro Buck durante la fiebre del oro en Yukón se veía siempre entorpecida a la hora de llevarla a la pantalla. London podía contar lo que el perro experimentaba en su interior, como un recurso narrativo de personalización del personaje. Pero cuando eso se lleva a la pantalla la realidad se hace presente y un libro puede permitirnos imaginar un perro y sus sensaciones, pero la imagen nos enfrenta a un perro que no piensa ni vive lo que London puso en él. Por eso el hecho de que Buck, y el resto de los animales del film sean digitales permite jugar –no sin riesgo de artificio- con las ideas del personaje, sus pensamientos y sentimientos.
Al comienzo de la historia lleva unos minutos adaptarse, pero el director Chris Sanders no llevar primero por una escena ligera y hasta cómica para que nos relajemos y nos acostumbremos a este perro demasiado perfecto en sus respuestas y acciones. Este inicio muestra una versión para todo público del clásico y es además la escena más liviana de todo el film. Una vez que Buck abandona su vida burguesa en la mansión de un juez y es secuestrado para enfrentarse a las duras tierras heladas del norte del continente la película comienza a tomar forma.
Un par de veces se cruzará Buck con su mejor amigo, John Thornton (Harrison Ford), antes de convertirse en compañeros de aventura. Allí es donde el film se toma más libertades, en la creación de ese vínculo y en el pasado traumático de Thornton. Pero sería tener una mirada muy corta el creer que la película no cumple con el realismo. Tampoco cumplía la novela, más allá de la crudeza y la violencia que describía Jack London y en el film está un poco atenuada. Un poco, porque por suerte en la historia hay villanos y Buck es implacable cuando las situación lo amerita.
El llamado salvaje (The Call of the Wild, 2020) -o El llamado de la selva como se conoció acá la novela- remite a un universo de películas para chicos no tan chicos con paisajes espectaculares, aventuras inolvidables y también algo de humor dentro de la dureza de la vida en la naturaleza. Harrison Ford está impecable como también lo está el resto del elenco. La elección de un Buck digital podrá producir distracciones pero es la manera más fiel de respetar el libro. Basta ver los films anteriores para ver que el perro no puede nunca actuar lo que el autor puso en su cabeza cuando decidió escribir el libro. El llamado salvaje es la historia de alguien que abandona la vida segura hasta encontrar su verdadera naturaleza. No es la historia de un perro, sino de alguien que ha vuelto al origen. La película, dirigida por Chris Sanders, el mismo realizador de la emocionante y graciosa Lilo & Stitch, es de la clase de historia que ya no se hacen habitualmente. Tan clásica que parece rara. Pero tan inteligente y profunda que no tiene que estar diciendo todo el tiempo que lo es.