Un festival de excesos
¿Qué pasa cuando una película desplaza a su protagonista? ¿Cuál es el resultado de semejante contradicción? La respuesta es “El llanero solitario”, otro tanque de Hollywood que se hunde en sus propios excesos. Los creadores de “Piratas del Caribe” intentan rescatar los orígenes de un personaje legendario, pero en vez de concentrarse en el fiscal John Reid (el futuro héroe del Lejano Oeste, interpretado por Armie Hammer) ponen en el centro de la historia al indio Toro (Johnny Depp), el fiel asistente del llanero. Así la película pierde el eje desde un principio. Para empezar, el truco de relatar desde un “presente” en 1938, con un anciano Toro contándole la historia a un chico, no funciona (los diálogos son insostenibles). Para seguir, la construcción de los personajes no existe: aquí los protagonistas no vibran, son una suerte de marionetas con un poco de sentido del humor arrastradas por una trama que se alarga demasiado (sí, dos horas y media). Y para terminar, son inexplicables los volantazos que da la película, que pasa de un tono de sátira casi permanente a escenas solemnes que no conmueven ni sorprenden. Johnny Depp está más medido con su colección de tics, pero al final también cansa. Para rescatar quedan algunas escenas de acción logradas y la fotografía de unos paisajes de western realmente imponentes.