Un western con estilo pirata
Quizás el personaje, desde su paso por la radio y luego por la televisión en la serie realizada entre 1949 y 1957, no sea el más agraciado para los tiempos que corren, donde aparecen superhéroes armados con poderes y con la última tecnología. Ahora el director Gore Verbinski (responsable de las tres primeras partes de Piratas del Caribe y del western animado Rango) lleva a la pantalla grande las aventuras de John Reid (Armie Hammer) y su inseparable compañero Toro (Johnny Depp).
El relato comienza en un parque de diversiones en la San Francisco de 1939 que sirve como disparador de la narración: un anciano Toro le cuenta a un niño los hechos ocurridos en Texas en 1869. Y a partir de allí llega la acción que propone El llanero solitario, una película del viejo oeste absolutamente apoyada en el personaje de Depp, que termina neutralizando y fagocitando al héroe principal. El actor hace gala de su estrafalaria apariencia muy al estilo de su ya consagrado Jack Sparrow, virando su indio hacia el humor en cada una de sus apariciones.
Lo mejor de la propuesta pasa por las secuencias de acción (las últimas a bordo de un tren), el lucimiento de Silver, el caballo blanco, y la presencia del villano de turno con inclinaciones caníbales. La historia gira acá en torno al hombre de ley que (con un hermano asesinado) y salvado por un nativo y guerrero espiritual, se lanza tras los pasos del malvado Butch Cavendish (William Fitchner) y su pandilla de forajidos.
Entre cargamentos de plata, una prostituta que dispara con su pierna, una cuñada y sobrino desprotegidos y políticos corruptos (ahí aparece el siempre convincente Tom Wilkinson), las aventuras se suceden en tono farsesco y ambientadas en paisajes desérticos. El film mantiene su ritmo, resulta entretenido -a pesar de su extensa duración- pero hay que reconocer que no siempre da en el blanco. El antifaz tapa la personalidad que debía mantener el verdadero protagonista.