Por más que se vea el Monumental Valley una excesiva cantidad de veces (todo es excesivo en esta película), el Oeste retratado no es el de John Ford, es el del correcaminos y el coyote. Aceptar esa vocación por el desenfreno es necesario para disfrutar de este Llanero Solitario tan Siglo XXI, tan de vuelta de todo, a mitad de camino entre el homenaje y la parodia. Un Llanero solitario que anda bastante poco por el llano y está casi todo el tiempo acompañado. O más que acompañado, directamente eclipsado por el personaje de Toro (“Tonto” en el original, pero no daba para traducirlo así) que, en la piel (roja) de Johnny Depp termina siendo el verdadero protagonista.
Gore Verbitsky es un director interesante aunque irregular, y a veces se pasa de canchero con su estilo, que incluye algunos momentos delirantes que no se integran del todo con la historia , y el productor Jerry Buckehnheimer suele confundir cantidad con calidad. Pero aún así prevalece la comicidad resignada de Depp que remite a Buster Keaton en una trama que, entre muchas (demasiadas) cosas invierte roles para poner al cada vez más payasesco Johnny del otro lado de su propio papel en la extraordinaria “Dead Man” de Jarmush.
La plata invertida está a la vista, la fórmula comercial de intentar repetir lo hecho en Piratas del Caribe también, pero aún así se sostiene el interés durante dos horas y media de aventuras que aún sin cuajar del todo terminan redondeando un producto superior al de la zaga de Jack Sparrow, tan efectivo y disfrutable como la Obertura de Guillermo Tell que estará para siempre ligada este personaje.