Faltan dos
Al frente de El llanero solitario (The Lone Ranger, 2013) encontrarán nombres como Johnny Depp y Gore Verbinski. Juntos, componen una fórmula similar a sus colaboraciones anteriores y abren paso para otra trilogía. En vez de barcos esta vez, hay caballos.
Un niño recorre los callejones de una feria circense cuando encuentra una exhibición de reliquias del viejo oeste. Paga su entrada, recorre las vidrieras, hasta que advierte la figura de un indio. “El Noble Salvaje”, expresa su placa. Súbitamente la reliquia demuestra señales de vida y ante la sorpresa del infante procede a recordar viejas anécdotas. Le dicen “Toro” y parece algo ansioso al mencionar a un tal “Kemosabe”.
El llanero solitario es una película que intenta apelar al adulto y al niño en igual medida. Al primero a través de la alusión y ráfagas de reminiscencia. En ese plano, la estadística probablemente no asome triunfante. La reconstrucción del universo original resulta en muchos aspectos distorsionada. Esto es únicamente lógico siendo que existe un abismo de más de 60 años de distancia en donde tecnología, técnica, cánones e industria han evolucionado, mutado y provocado más escisiones y reparos, grietas artísticas y fenómenos comerciales que en cualquier otra rama de la producción creativa.
Discutiblemente la imitación de aquel mundo ficcional y la reanudación de sus héroes y leyendas son imposibles desde el instante en que el color de los escenarios cambia o en que la primera generación de audiencia comienza a abandonar el mundo de los vivos. Esto Gore Verbinski lo sabe. Esta presunción es segura ya que de otra manera nunca se hubiese propuesto la adaptación de esta historia, que apareció por primera vez en emisiones radiales en la década del 30’. Otra persona que lo sabe es Christopher Nolan. La diferencia entre ambos visionarios es que uno identificó un matiz soslayado de su protagonista y así redefinió su esencia mientras que el otro decidió conservarla y trasladar el clásico al presente. A no ser que sufran de una aversión personal contra Batman entenderán qué ejemplo pertenece a cada uno.
Tal vez todo se reduzca a eso, una cuestión de “esencia”. Esencia vieja o esencia nueva. Nunca asistí a la serie original. Me remití a ella luego de haber concurrido a la función para gozar también de la referencia para comparar. Puedo afirmar que de la vieja esencia no perduró mucho. Y si se trata de una nueva esencia, no es para nada promisoria.
No es la intención dilapidar categóricamente a este digno esfuerzo de 250 millones de dólares. Por ese motivo, quien escribe desearía destinar este espacio a la enumeración de sus cualidades. Número uno: Johnny Depp está muy bien. La oración contaría con más entusiasmo si la revelación fuera una sorpresa. Suele estar muy bien. Especialmente bajo la dirección de su amigo y colaborador asiduo Gore Verbinski. Armie Hammer, la estrella ensombrecida por su contraparte comanche, también cumple en su protagonismo formal. Número dos: La película, en su totalidad, es visualmente atractiva. La ambientación de época sin embargo, aparenta ser por momentos demasiado artificial. Pero de nuevo, la fantasía pulcra de Disney no puede permitir forajidos sin dientes o princesas con sobrepeso. Número tres: Johnny Depp está muy bien.
Sin duda alguna debe presentar mucha dificultad balancear acción con desarrollo. Muy pocos encuentran equilibrio en esta dicotomía que en versiones fílmicas de personajes populares tiende a reinar. La mayoría se vierte a la acción. Es cierto que la construcción de El Llanero carece de mucha complejidad al contrario del período histórico en donde la aventura se despliega. En ese rumbo hay muchos vericuetos por explorar pero, subrayando nuevamente el gran espectro infantil del público, es casi inconcebible retratar, por ejemplo, el atropello occidental sobre los pueblos indígenas en nombre del progreso sin posicionarse en el género terror.
El llanero solitario adopta detalles positivos del western y no deja de ser entretenida. Imagino que dentro de diez años una generación de jóvenes mirará hacia el pasado y contará a esta entre sus primeros amores cinematográficos. Desde esa perspectiva sus vacíos quedarán suplidos. Por lo pronto, lamentablemente para el resto, es otra gran película apática.