El Llanero Solitario es una de esas películas que luego de haberla visto, y a medida que las horas van pasando, empezará a decaer la primera impresión para darle lugar a la reflexión y lamentablemente esta no es buena.
Al menos eso sucederá con una parte de los espectadores, los que luego de la obnubilación por el pintoresco despliegue visual (el único punto fuerte del film) se encontrarán con que vieron una cinta totalmente vacía y que verdaderamente no aportará nada a la historia del cine, salvo dinero claro…
Una buena forma de definir El Llanero Solitario sería “una película sin corazón”. ¿Qué quiere decir eso? Que ninguno de los elementos que compone el producto (dirección, guión, elenco, música, etc) tiene un compromiso artístico salvo el departamento que estuvo a cargo de los efectos visuales que hicieron un trabajo genial.
Muchos podrán alegar que varias de las súper producciones que se estrenan por año son similares, y probablemente algunas lo sean, pero de las estrenadas recientemente esta es la que da la sensación de ese vacío en pos del comercio.
Otra cosa que llama la atención es que no queda claro el tono del film, pasa de un momento a otro de una comedia absurda a una película infantil, pasando por el género de aventuras, el western e incluso con lugar para el drama.
Cuando esto sucede no es buena señal ya que por lo general significa que el estudio metió mucha mano en las decisiones y no dejó al director seguir su visión. Y dado el momento en el cual se encuentra Gore Verbinski no es de extrañar ya que desde hace rato no estrena un film con la impronta que supo tener (con la excepción de Rango, 2011).
Incluso por momentos se copia sí mismo, porque nos encontramos ante una película que tranquilamente podría ser la hija bastarda de Piratas de Caribe pero en el lejano oeste, siendo Toro (o Tonto) de Johnny Depp la máxima prueba de esto porque por momentos parece que vemos a Jack Sparrow disfrazado de indio.
Ojo que actúa bien y que no se malentienda porque Depp siempre brinda laburos formidables pero aquí incluso habla (con acento) y corre de la misma manera que el corsario, lo que deja la sensación que desde el vamos es un papel muy similar y a un actor de su talla eso no se le escapa. Así que seguramente fue algo adrede.
Armie Hammer es otro talentoso en asenso pero aquí no despliega carisma y está totalmente eclipsado por su compañero de elenco, e incluso por el villano (William Fichtner), quien hace un papel digno.
Esto sumado a la excesiva duración de la cinta y los vaivenes mal conectados del guión hacen que si se sacan los efectos visuales nos encontraríamos ante una película mediocre, algo común en la reciente filmografía del productor Jerry Bruckheimer, quien se ha convertido en un gran comerciante. Algo que seguramente repetirá en esta ocasión.