Vino Toro, el llanero no
El llanero solitario no es pirata del Caribe a bordo de un caballo. Ahora bien la pregunta incómoda: ¿se sostenía Piratas del Caribe sin Johnny Depp? Hay que sincerarse y formar una mirada en perspectiva para encontrar la respuesta porque muchas de las secuencias de acción de aquella trilogía cobraban particular sentido gracias a las morisquetas y acciones corporales del actor que en este nuevo personaje que extrae algo de Toro (Tonto del original) se carga el film de Gore Verbinski y opaca a todos, incluido al insulso Armie Hammer, a quien el papel de llanero solitario le queda tan grande como el presupuesto volcado para esta fallida operación rescate del ícono televisivo.
El serial del llanero solitario, quien ya había sido transportado al cine en dos ocasiones, guarda un estrecho vínculo con la infancia de muchos de nosotros que acompañábamos nuestras meriendas frente al televisor blanco y negro para ver siempre la misma historia donde había un indio, un vaquero con antifaz y un caballo blanco peleando contra villanos desalmados y codiciosos.
Eso era todo y alcanzaba pero claro el cine la necesidad de sorprender y de doblar la apuesta para que el producto final sea rentable es mucha y el riesgo igualmente proporcional a la inversión.
Por lo tanto hay que decir que la mala decisión de haber apelado a un tono paródico frente a una figura heroica y muy vinculada a nuestra infancia y nostalgia no ha dado los resultados esperados y eso se nota en el exceso, el alargamiento sin sentido de una trama muy poco atractiva y que a pesar de las vueltas de tuerca siempre en el terreno de la obviedad no agrega nada al producto final.
El film se toma mucho tiempo en desarrollar el pasado y el presente de este funcionario de la justicia devenido justiciero que debe convivir con su yo del deber ser y el deseo de venganza por la muerte de su hermano en contraste con la historia mucho más atractiva de un indio que en el presente es una atracción de circo y en el pasado representante de una cultura aplastada por el hombre blanco, la codicia y el progreso simbolizado en el tren y en la extracción de plata.
No hace falta agregar ni contar nada sobre la historia que entrelaza como parte del guión el recuerdo de un Toro ya anciano ante un niño que actúa de interlocutor en complicidad con el espectador.
La acción llega con un abuso del digital para poner en ridículo a otro símbolo como el caballo plata y el subtexto permanente de la parodia y la burla se encargan del resto.
El llanero solitario no cumple ni siquiera con el objetivo primordial de la aventura básicamente porque la composición de Johnny Depp opaca todo, para bien y para mal.