EL DESASTRE MILLONARIO
La primera aparición radial de El llanero solitario data de 1933 y su origen tal vez esté en un personaje de la vida real del siglo XIX, un oficial federal llamado Bass Reeves. No se sabe si esto es realmente así, pero como sea el personaje tiene suficiente material de ficción. La radio fue el lugar donde se volvió famoso y se convirtió en un ícono cultural del siglo XX. Su “Hi-yo, Silver” supo marcar a muchas generaciones, su emblemática bala de plata y su antifaz eran sus marcas reconocibles. Su compañero Toro fue también un fuerte ícono del western pro indio y el más reconocible héroe indio de aquellos años. Toro era llamado Tonto en la versión original, pero como para los países hispanoparlantes esto no significaba lo mismo (Tonto significa salvaje en lengua aborigen) le tuvieron que cambiar el nombre. Lo que si permaneció y fue famoso fue el “Kimosabi” con que Toro llamaba al Llanero. John Reid se llamaba el Llanero cuando no estaba tras su antifaz. Pero de toda la iconografía de aquel héroe, la que más pegó durante décadas fue la música que acompañó al personaje. La obertura de Guillermo Tell, de Rossini, es conocida por muchos como “la música del Llanero solitario”. Así de fuerte fue el personaje, así de famoso.
El punto mayor de fama lo alcanzó cuando llegó a la TV en la serie que se realizó entre 1949 y 1957. Clayton Moore interpretó al Llanero (excepto en un período donde fue reemplazado) y Jay Silverheels interpretó a Toro a lo largo de toda la serie. El éxito de la serie permitió que se recuperara el programa de radio y que se escribieran libros y también historietas del personaje. Las ramificaciones del éxito fueron enormes. En 1956 y 1958 se hicieron dos películas con los actores de la serie. Son dos films interesantes, claramente pro indios, donde El llanero muestra su gran vínculo con ellos. En el primero, los hombres blancos intentan producir una guerra contra los indios, disfrazándose como tales, cosa que vuelve a aparecer en la película del 2013. Toro es un personaje fuerte, heroico y noble, un verdadero héroe. En El llanero solitario y la ciudad perdida de oro del oro el tono es más de melodrama. Dicho melodrama incluye un discurso de orgullo indio muy moderno y emocionante. El tono es más dramático que en el film anterior, Toro golpea a un hombre blanco en la calle para defender una india y recibe un tiro, por ejemplo. También vemos acá el origen del héroe, la matanza a la que sobrevive y el origen de su condición de personaje enmascarado. Pero esto es narrado con una canción en los primeros minutos, breves, del film. Ambas películas son westerns clase B sin demasiado despliegue, más bien básicos, y ninguno, salvo por los detalles mencionados, es memorable. Muchos elementos igual parecen haber sido la inspiración para las siguientes películas.
En 1981 William A. Fraker dirige La leyenda del Llanero solitario. El resultado es lamentable. Una película sin encanto alguno, un híbrido sin fuerzas. En el mismo año en que se estrenaba Los cazadores del arca perdida este western de aventuras parecía ir en cámara lenta. Tampoco generaba complejidad o interés. Contaba, eso sí, el origen del héroe y le llevaba mucho tiempo, tanto como le lleva al film del 2013. A eso le sumaba una amistad de infancia que quedó trunca con Tonto. Pequeños momentos de farsa y otros de violencia podrían ser un borrador del nuevo film, pero son pocos, y solo coinciden con la nueva película en que son fallidos. Por motivos incomprensibles, los dos protagonistas del film eran debutantes. El actor que interpretó al Llanero no volvió a actuar nunca más en su vida. Algo raro tenía el personaje, algo complicado, algo difícil de encuadrar en un género y una época. Pero no es el único, El Zorro también tenía problemas parecidos y a juzgar por los dos bodrios que protagonizó Antonio Banderas, no ha podido salir de esa grieta entre el western de aventuras clásico y el cine contemporáneo. El mejor Llanero es el de la serie de TV, aunque esta sería, aclaremos, no está a la altura de la serie de El Zorro.
Y llegamos al 2013 y una nueva versión de El llanero solitario que dio muchas vueltas antes de llegar a realizarse. Muchas dudas, y muchas cancelaciones. Tal vez no era una buena señal, pero todo hubiera quedado en el olvido si hubiera alguna cosa, cualquier cosa, medianamente rescatable. No hay ninguna, ni una sola, ya hay que decirlo. Esta nueva aproximación al personaje tal vez sea la más recordada por su alto costo y la presencia de actores conocidos. Aun así, hay que decir, que pocas veces el cine industrial ha hecho una súper producción tan fallida como esta. Sus dos horas y media de duración se vuelven eternas. La falta de química del dúo protagónico es la clave del aburrimiento. Es Toro (Johnny Depp) y no el Llanero (Armie Hammer) el protagonista y eso arruina todo, incluyendo el título de la película. Lo arruina porque Hammer tiene carisma cero, es cualquier cosa menos una estrella de cine y Depp, claro, se lleva la película puesta. El director, el guionista, el productor, los espectadores, todos lo sabemos: La estrella es Toro. Si en el papel del Llanero hubiera estado un actor clase A, la cosa hubiera tenido alguna chance, pero esa película no existe. Como una especie de homenaje al más grande bodrio revisionista de todos los tiempos, la farsa patética llamada Pequeño gran hombre (1970) un muy pero muy anciano Toro le cuenta a un nene la historia. Estos diálogos horribles con el nene ocupan casi media hora de película y no aportan absolutamente nada. Si al menos le sacaran esas escenas, la película sería un poco menos insoportable. También hay citas a obras maestras, como The Searchers (1956) de John Ford, y el film tiene escenas en el Monument Valley, lo que resulta una falta de respeto al maestro máximo, teniendo en cuenta los pobres resultados que aquí se logran.
El llanero solitario es un western en tono de farsa, con un humor pobre y mal llevado, donde los creadores de Piratas del Caribe intentan revivir aquel éxito pero con el género equivocado. Hacer un western comedia de más de dos horas no ha funcionado nunca. El western puede tener humor, pero no con el tono grotesco que acá vemos. Para conformar a todos, el film elige poner a un villano que -literalmente- caníbal y una historia de amor tortuosa que también está matizada con toques de humor irreverentes. Gore Verbinski es un director raro. Ha hecho de todo, ha probado diferentes tonos, pero queda claro que cuando la pifia, lo hace de forma terrible. El film anterior de él era un western, la excelente Rango. Vista después de haber visto El llanero solitario uno ve la ironía, la autoconciencia y la irreverencia que repite en el Llanero, pero como Rango es un film de animación, queda mucho más simpático. Y además logra algo que el Llanero no tiene: emoción. El camaleón (con vos de Johnny Depp) termina siendo un verdadero héroe, la película emociona y es coherente incluso con los temas y la iconografía del género. El llanero solitario no lo consigue. El humor se pasa de tono, la burla constante a todo lo que el personaje representa lastima más a la película de lo que le aporta. Por miedo a ser clásico, termina siendo incoherente. El Llanero tiene algo se superhéroe, pero la película tampoco aprovecha eso y se burla hasta de la máscara. Un vicio del cine actual es contar el origen de los héroes. No lo hacen en diez minutos, les lleva casi un tercio de película. Y acá el problema es que no es uno, sino dos, los héroes que deben ser presentados. ¡No queremos ver más nacimientos de héroes! ¡Queremos que los héroes ya estén nacidos en las películas! Los únicos instantes aceptables del film son cuando suenan los acordes de la Obertura Guillermo Tell de Rossini, pero aun eso queda un poco alargado. Un gran personaje, sin duda, pero que aun espera que se haga con él una película en serio.