Luego de su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, estrena "El llanto", de Hernán Fernández, una desconcertante propuesta que desafía la tolerancia del espectador.
El tiempo se había detenido, y no nos habíamos dado cuenta. Promediando los cuarenta minutos de "El llanto", más o menos la mitad del metraje, habrá que parar y recapitular lo que estábamos viendo.
No, no es que el segundo largometraje de Hernán Fernández, presente una historia compleja y difícil de entender. Por el contrario, su tendencia a la parsimonia, al estancamiento y estatismo, generan una suerte de pronto olvido y extravío.
Nos automatizamos, pasamos a apreciar una serie de imágenes correlativas, pero corremos el riesgo de ya no recordar su origen.
Es probable que esta sensación sea algo buscado por Fernández, intentar traspasarnos la quietud que sienten los protagonistas de su historia, expresarnos el modo en que se vive en un pueblo olvidado del interior de nuestro país.
Demasiado poco aliciente para una experiencia que en su poco más de 70 minutos crea la sensación de eternidad vacía. Hernán Fernández debutó hace cuatro años con La piel marcada, un trabajo documental que retrataba la vida y resurgimiento del boxeador Sergio Víctor Palma. "El llanto" es su primer trabajo ficcional ¿pero es realmente una ficción?
En palabras del propio realizador “Me formé cuando la discusión entre las barreras documental/ficción ya estaba saldada. Entonces, a la hora de pensar una película no logro ubicarme en un lugar u otro”.
En efecto, "El llanto" logra una palpable sensación documental, pese a tener un claro armado ficcional, los límites entre uno y otro son borrosos. Lo cierto es que aún en un documental observacional, aquellos que siguen un acontecimiento o un instante de vida(s) bajo una cámara imperceptible, hay un lineamiento, algo que vaya guiando al espectador, ya sea una voz en off, placas, o cruces de estilo con entrevistas, algo.
"El llanto" es realidad. Es verdad, la mayoría de nosotros no hablamos cuando estamos solos, no nos resuena música alrededor, y en este film abunda la soledad. Filmada en Primer Ingenio Correntino, en el municipio de Santa Ana de los Guácaras, a 20Km de Corrientes capital, sigue la vida de Sonia (Sonia Ortíz) embarazada de Elías (Elías Aguirre).
Ambos son una pareja joven de Primer Ingenio un pueblo de escasísimos habitantes, alejado, olvidado, en donde el estilo de vida no tiene nada que ver con el que conocemos los que habitamos las urbes. Elías es peón de campo, y viaja hacia Buenos Aires para trabajar en una construcción. Sonia no lo puede acompañar, se queda en Primer Ingenio, y apenas tendrán alguna comunicación telefónica.
Sonia espera, se prepara para tener a su hijo, y espera que su pareja vuelva. De mientras, sigue con su rutina en la que se exponen los quehaceres diarios, la tranquilidad de la nada, y una marcada religiosidad junto a unas compañeras de oración que también parece ayudan con el embarazo, a su modo.
Elías no viaja por placer, no desea alejarse de Sonia y su futuro primer hijo, pero debe hacerlo para traer el dinero necesario para comer. Entre Sonia y Elías hay amor, y no habrá distancia que rompa eso. "El llanto" es una historia de amor, y de denuncia social sobre los olvidados, pero ese no ritmo impuesto desde el inicio hasta la última toma, atenta contra la concreción de estos dos objetivos.
Todo se sobre entiende, no está remarcado, e imaginamos que esa será la voluntad del realizador, querer retratar dos vidas (bajo la visión de una de las partes principalmente) que deben afrontar una situación inimaginable para cualquiera de nosotros.
Lo que vemos es a una mujer que afronta una rutina en soledad, que sólo tiene la esporádica visitas de estas mujeres de oración, y el resto es mirar hacia la espera y pasar el tiempo rebuscándose para sobrevivir con los escasos recursos con los que cuenta.
Casi no hay diálogos ni palabras, y los que hay son circunstanciales, podrían no estar; no hay música; y Fernández la remata con una obsesión sobre los planos estáticos. El realizador intenta plasmar la idea de un tiempo que no pasa en Primer Ingenio, de esa espera eterna de la Penélope de Corrientes, y para el espectador el tiempo tampoco pasa, y la ¿historia? se pierde, termina siendo confusa por el simple extravío sobre lo que vemos; y sí, tristemente se cae en el desinterés.
Más de una vez rondará por nuestras cabezas la idea de que alguien se olvidó de cortar en el montaje. Largos minutos de Sonia mirando por una ventana, otros largos minutos de un foco a kerosene que se va quemando; otros largos minutos de una vela que se derrite lentamente y una llama que se mueve despacio con el viento.
Mujeres alrededor de una mesa susurrando palabras imperceptibles mientras oran, Sonia yendo a un almacén, un teléfono que suena durante un largo tiempo sin que nadie atienda.
Hasta algunas escenas, como esta última del teléfono, que en realidad tienen sentido, terminan perdiéndolo en el conjunto de esta planicie. La poética visual termina diluyéndose en medio de tomas oscuras, y un desafío a nuestra paciencia, que sabemos a lo que nos exponemos, queremos aguantar, pero termina venciéndonos.
Fernández filma con no actores, y la naturalidad de estos frente a cámara quizás sea lo más rescatable de "El llanto", una producción demasiado desconcertante y exasperante como para llegar a buen destino. El llanto propone una espera, pero hay esperas que se hacen muy cuesta arriba.