El llanto sigue a una joven mujer embarazada, su cotidianidad, su espera ante la ida a la ciudad de su pareja por trabajo, mezclando la ficción y el documental. Se estrena tras su paso por la Competencia Argentina en el 33 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Un hombre avanza con su bolso por un camino. Una mujer se despierta en la cama, sola. A partir de allí, veremos a Sonia transcurrir ese tiempo de espera (el del embarazo, el de la ida de su pareja, el de la vida), a través de las cosas cotidianas que completan el día a día: lavar la vajilla, aguardar el llamado telefónico, ir a la cita médica, leer la Biblia en grupo. Y no sólo en lo que a ella respecta, sino también a una compañera de lectura religiosa, a su suegra, a su médico.
El director elige contar con planos fijos y encuadres donde quedan enmarcados los personajes, con alguna fuente de luz que los ilumina, tomándolos de espaldas, de perfil, en movimientos leves, casi sin diálogos, y con una duración que nunca es breve.
Claramente forma y contenido se dan la mano. Y uno entiende que la elección es pensada y buscada para darle la sensación al espectador de la rutina, el tedio y la repetición que conforman esas vidas. Y entre eso resulta llamativa la irrupción e importancia que toma la religión en las escenas. Una posibilidad a la que aferrarse en medio de la soledad.
Quizás El llanto se nota demasiado pensado y armado, hay cierta artificialidad para dar cuerpo a la historia elegida, que además debe aprovechar de la presencia de los no actores más que de su actuación, algo que no siempre sale a favor.
El llanto es una propuesta rigurosa y austera, que mezcla ficción y documental y en la que el tedio y la rutina de la espera que cuenta se apodera de la atención del espectador.