En el llanto del título, el que nunca llega, el que se condensa en la espera de una mujer que se queda sola en medio de la nada, Hernán Fernández se pierde en la observación y tempos laxos que no profundizan sobre el verdadero quid de la historia, una historia de espera que en la angustia podría haber explotado, pero queda en sólo premisas.