Ante todo quiero decir que me genera una admiración inmensa el hecho de que el mismo actor que hace la voz de un personaje en la versión original en inglés, haga lo mismo en su versión en español. Sobre todo si ese actor es Danny De Vito. Es decir que, a pesar de ver una película doblada, estamos oyendo la voz original. No pasa a menudo, así que es algo digno de mención, y sobre todo de agradecimiento. Una muestra inusual de respeto al público.
Ahora vamos a la película: Ted es un chico que vive Thneedsville, una ciudad feliz, colorida, aparentemente perfecta, excepto porque su césped, árboles, arbustos y animales son de plástico. Lo cual genera una consecuencia que podría ser un serio inconveniente, si no fuera porque a un brillante empresario, O’Hare, se le ocurrió cómo resolverla: para paliar la falta de aire puro, hizo una fortuna vendiendo aire envasado. Y si quiere hacer crecer su negocio, sólo necesita generar más contaminación, así la gente querrá más aire todavía.
Ted tiene 12 años, vive con su mamá y su abuela, y está enamorado de una “mujer de secundario”, o sea Audrey, una chica mayor que él. Audrey es una nostálgica de los árboles, los de verdad, esos que ya no hay. Y dice que se casaría con quien le consiguiera uno. No hace falta una palabra más para que Ted se ponga en campaña, y termine siendo el héroe de la película. Con algo de ayuda de su particular abuela, ubica al Una-vez quien le cuenta la historia de lo ocurrido con los árboles de antaño, y por ende, la historia de la mágica criatura que los protegía, el Lórax (cuya voz hace Danny De Vito, con algo de acento foráneo, lo que le da más simpatía al personaje).
El film se ubica en el grupo de películas infantiles con conciencia ambiental, como lo fue Las aventuras de Sammy, por ejemplo, pero desde un lado más ficcional, desde un lugar más simbólico, no tan realista. Incluso los tan olvidados árboles de trúfula son muy “inventados”: son de colores, y su follaje tiene una textura tipo angora. Las criaturas del bosque son hermosas, casi empalagosas diría de tan bonitas y dulces. Hay un par de guiños musicales de los pescados que van a causar gracia a los adultos, aunque los niños no entenderán de qué se trata, pero como somos los grandes los que los llevamos, está bueno que se acuerden de nosotros.
Pero aún desde este punto, algo más distante de la realidad de los espectadores, el mensaje de la película no ahorra en sutilezas a la hora de echar las culpas de los desastres ambientales a los intereses económicos particulares, y al consumismo general. Con la salvedad de las diferencias entre cada uno de los “empresarios” representados: está el que cree que no hace ningún mal, y por lo tanto se permite arrepentirse luego (y ser el puntal de la recuperación), y el otro, como O’Hare, mucho más inescrupuloso y ambicioso sin límites. Presten atención a la voz de O’Hare, personaje cuya estética me recordó mucho a Edna Moda de Los Increíbles. No lo van a reconocer fácilmente, pero el hombre detrás de esa voz es nuestro Axel Kutchevasky.
El film tiene dos tiempos de narración: el presente de Ted, y los “flashbacks” con los que el Una-vez cuenta lo que ocurrió hace un tiempo, no tan lejano. Pero están claramente separados, por lo que no resultará confuso para los más chiquitos.
La película está basada en uno de los personajes del célebre Dr. Seuss, escritor y caricaturista, creador, entre otros, del Grinch, y del Gato Ensombrerado, actual serie de dibujitos, pero que fue llevado al cine en una versión no animada (se llamó El Gato, y lo interpretaba Mike Myers). Además cuenta con varios musicales, entre los que se destacan “Cuán malo puedo ser”, y la emotiva “Déjalo Crecer” (que al final, en los títulos, se escuchará en una versión más movida y en inglés, no la desaprovechen).
Del lado de lo estético, la paleta de colores de la película es hermosa, llena de colores vivos que contrastan con la oscuridad del mundo post-árboles. El efecto 3D está usado correctamente, sin llamar demasiado la atención.
Quizás para algunos la trama sea demasiado simple, y hasta se puede criticar la ilusión de que un solo niño pueda revertir un caos ecológico de magnitudes, misión que encuentra de casualidad cuando su propósito era sólo conquistar a una chica. Sin embargo, esa es la idea: demostrar que el compromiso, aunque sea de una sola, y pequeña, persona, es el punto de partida para cambiar el mundo. Y que nunca es tarde para empezar con esa tarea.