En un mundo artificial
Adaptación animada de un clásico literario para niños.
La gran contracara a Pixar (y sus “películas-para-chicos-que-son-más-para-grandes”) llegó en 2010 con Mi villano favorito . La fábula animada con más de Groucho Marx que de Frank Capra en la que la dupla Chris Renaud y Kyle Balda jugueteaba, con corazón, con la parafernalia de un Lex Luthor que descubría la paternidad, fue un medianamente ignorado instante en que la animación para chicos volvía a hablarle a lo absurdamente pueril e inventivo.
Con El Lórax: En busca de la trúfula perdida 3D , Renaud y Balda vuelven a las andadas adaptando al cine el clásico de la literatura norteamericana infantil de 1971, Dr Seuss’ The Lorax , obra de Dr. Seuss (Theodor Seuss Geisel, el nombre más icónico y expansivo de la literatura infantil en los Estados Unidos). Ese carácter expansivo de Seuss, sumado a la reciente fascinación del cine hollywoodense por volver a sus relatos primaros (aquellos que educaron en lo lúdico cuando auténtico: Burton haciendo a Dahl, Jonze a Sendak, Stanton a Rice Burroughs), ha generado ya algunos olvidables Seuss en cine que no lograban condensar, ni ignorar, la potencia de visual y fonética del sinsentido con moraleja clásico de este buen doctor.
El Lórax: En busca de la trúfula perdida al menos lo intenta. Toma la pequeña fábula anti industrialista de Seuss, donde el Lórax (un bicho color Gaturro, pero con bigote Coronel Cañoñes que es “la voz de los árboles”, y la de Danny De Vito hablando germánicamente en español) interviene en la construcción y caída de un imperio industrial, y, sin quitarle esa veta fundamental, agiganta el relato: lo vuelve musical y muta la historia de base en un flashback dentro del relato-aventura de un chico cansado de un mundo artificial donde hasta los árboles son plástico inflado.
Visualmente El Lórax sabe aprovechar un universo preestablecido, aunque verbalmente pierde lo anárquicamente irracional del lenguaje en Seuss.
El Lórax sabe mutar unos crudos personajitos del libro en definibles –por ende, vendibles- criaturitas, capaces de una ternura y potencia cómica ultrapop, quizá demasiado cercana a los Minions de Mi villano favorito . Es en su veta género, con villano incluido (con voz de Axel Kuschevatzky), donde se pierde un poco la coquetamente pueril alegría de todo el asunto.