Los sonidos de mi amor
En El loro y el cisne (2013) Alejo Moguillansky construye dos películas dentro de una. Un documental sobre danza contemporánea derivará en la historia de amor entre el sonidista y una actriz-bailarina, donde ficción y documental producen cruces permanentes rompiendo los límites que separan ambos géneros.
El loro (Rodrigo Sánchez Mariño) es sonidista y trabaja para una productora que está realizando un documental sobre danza contemporánea en Argentina. Luciana (Luciana Acuña) es una actriz-bailarina que interviene en ese documental. Poco a poco entre ambos nacerá una extraña amistad que a medida que el tiempo avance se irá transformando en una idílica historia de amor.
Alejo Moguillansky trabaja la primera parte del film entrelazando lo que sería la filmación del documental con testimonios de diferentes bailarines y coreógrafos del Teatro San Martín, el Teatro Argentino de La Plata y el Ballet Folklórico Nacional, mientras por otra parte va presentando a los diferentes personajes que forman parte del detrás de escena del rodaje. Pero cuando entra en acción el Grupo Krapp el relato comienza a mutar paulatinamente hacia una ficción, aunque siempre aparecerá lo documental, para centrarse en la historia de amor entre Luciana, la actriz, y Loro, el sonidista.
El loro y el cisne se sale de toda solemnidad estética y narrativa para construir un relato original, dinámico, cargado de humor (y amor) con una estructura que se aleja de todos los lugares comunes a los que muchas veces el cine recurre por sus propios vicios. Alejo Moguillansky ya había demostrado con Castro (2009) ser un realizador con una búsqueda diferente dentro del llamado Nuevo Cine Argentino, algo que ahora revalida con un relato mucho más narrativo pero que cruza permanentemente la ficción y lo real, sin que el espectador sepa muy bien que es cierto y mentira dentro de lo que se le está mostrando.
Es inevitable encuadrar a El loro y el cisne dentro de la llamada escuela de Mariano Llinás cuya empresa produce el film. Un nombre que ya es marca registrada y que se asocia a un cine argentino que "cuenta historias" pero que las muestra de una forma no convencional. Algo no muy frecuente dentro del Nuevo Cine Argentino más preocupado por como muestra lo que no cuenta.