Poco atractiva historia de un sonidista con su caña
Lo primero que vemos es la reproducción a cámara de una carta de mujer ofendida con el novio. Salvo lindo, le dice de todo. Cuando al fin se despeja la carta y vemos al sujeto propiamente dicho, comprobamos que tiene razón.
Ese tipo, irónicamente apodado Loro por lo poco expresivo, es un autista vocacional, un pelmazo desatento, el ser más inapropiado para la vida en pareja. Pero la recriminadora tampoco es la mujer ideal. Esa vendrá mucho después, con pinta de patito feo buena onda que ante sus ojos se convierte en Cisne.
Y ahí el Loro habla, con ternura y lucidez inesperadas. Paradójicamente, no lo escuchamos. No importa. Lo escucha la interesada y ambos actuarán en consecuencia, o al menos eso es lo que cabe esperar.
Eso, en cuanto a la historia. Respecto al modo en que está hecha, cabe esperar todavía menos, aunque los panegiristas la proclamen como una comedia de enorme virtuosismo, profundidad, audacia formal y cuanto otro calificativo elogioso encuentren en los catálogos de venta de los festivales snobs. La verdad, se trata de una sucesión de episodios sueltos y registros documentales que se van entremezclando sin mayor gracia hasta encontrar un tono medianamente atractivo recién cuando está terminando, eso es todo.
Los episodios ilustran la vida sentimental y laboral del Loro, que es sonidista de un equipo de filmación y anda todo el día con la caña del micrófono, los auriculares puestos y demás parafernalia (suerte que no es montajista, sino andaría con la mesa de edición hasta en el colectivo). Los registros corresponden a ensayos de cuatro cuerpos de ballet: el Clásico del Teatro Argentino de La Plata, el Contemporáneo del Teatro Municipal General San Martín, el Folklórico Nacional, y unos modernosos medio raros.
Lo mejor de esa parte es cuando el maestro Mario Galizzi, director artístico del Clásico, se pone a contar como de entrecasa el argumento de "El lago de los cisnes". Ahí, de veras, dan ganas de seguir escuchando. Pero la película no nos deja.
Autor, Alejo Moguillevsky. Protagonistas, Laura Acuña (su esposa en la vida real) y Rodrigo Sánchez Mariño (sonidista en la vida real y en esta cinta en particular). En la banda sonora, Chaicovsky, Carl Orff, Pedro Maranessi con la hermosa marcha "Avenida de las camelias", Mariano Prietto, Fernando Tur, Gabriel Almendros y la Mona Jiménez, que se escucha muy poquito.