Más allá de su evidente carrera como actriz, Jodie Foster ha desarrollado otra como directora y (a veces) guionista. Conocedora de la industria desde muy pequeña ya sabe de memoria cómo funciona la cosa; qué pretenden el público, los productores y las distribuidoras. No veremos nunca incorrección política o rebeldía en el cine de Foster. No pasó en “Mentes que brillan” (1991) ni en “Vacaciones en familia” (1996), y menos que menos en la desprolija “La doble vida de Walter”. “El maestro del dinero” no será la excepción.
Lee Gates (George Clooney) es conductor, casi amarillista, de un show televisivo consistente en convertir los movimientos de la bolsa de comercio en un circo bizarro con luminarias en la timba del Dow Jones. Un analista mediático simpático, entrador, un poco engreído, pero difícil de no seguirlo en su magnética forma de recomendar distintos tipos de compras de acciones. En realidad, no está muy lejos de esos programas que solemos ver en la tele vernácula en los cuales una bella señorita incita a los solitarios televidentes a marcar un número de celular para responder “qué palabra se forma con estas letras”.
Tal cual sucede con los ingenuos de aquí y de allá, la tele nos sigue haciendo patinar la guita en busca de una fortuna fácil y sin esfuerzo.
Patty Fenn (Julia Roberts) es su productora y aliada (no tan) incondicional. No hay atracción alguna más que la conveniencia profesional. Todo se desmadra cuando una víctima de los consejos bursátiles entra al estudio en vivo con una pistola y una bomba, exige seguir al aire y también que aparezcan las explicaciones de cómo de un día para el otro desaparecieron 800 millones de dólares tirando las acciones al tacho, dejando a mucha gente muy enojada. Un secuestro en vivo como para darle a “la gilada”, que sigue todo en las teles de los bares y oficinas, un motivo para charlar, comentar, y eventualmente accionar.
No es fácil abordar este tema luego de “Wall Steet” (Oliver Stone, 1987), “El lobo de Wall Steet” (Martin Scorsese, 2014), y la brillante “La gran apuesta” nominada al Oscar éste año. Cada una jugó sus cartas y dejó su crítica feroz al sistema capitalista y sus horribles vicios de corrupción provocados por gente despiadada, todos criaturas de la maquinaria monetaria más nefasta de la historia.
Jodie Foster pretende ir por el camino de la farsa liviana, en la cual serán los diálogos y algunas situaciones insólitas los que ayuden a ver crecer el “monstruo” del morbo mediático, independientemente de amagar constantemente con una crítica que nunca llega a profundizarse. Gracias (y pese) a esto, “El maestro del dinero” se vuelve una comedia ácida que va emergiendo a fuerza sostener y defender personajes poco creíbles con acciones menos creíbles aún. Esa insistencia logra meterse en la cabeza del espectador que irá decantando de a poco la dualidad del discurso, pero sobre todo su compromiso con personajes, vaya paradoja, que no producen (individualmente) empatía alguna. Puestos en ese contexto, es la situación del escándalo la que atraviesa a los tres y los mete entre la espada y la pared.
Buen pulso del relato, interesantes momentos de tensión dramática, y por supuesto buenos trabajos delante de cámara del elenco en general, hace de “El maestro del dinero” un pasatiempo levemente más profundo gracias a un final que en diez segundos (como sucedía con The Truman Show (Peter Weir, 1998)deja ver que la verdadera crítica está apuntada (también) a la sociedad en su conjunto.