La nueva película de Jodie Foster combina el mundo de Wall Street con el de la televisión, con resultados discretos.
Lee Gates (George Clooney) es la estrella histriónica de Money Monster, un programa de televisión sobre el mundo de las finanzas. Gates es un payaso, algo fanfarrón y superficial y por momentos hasta mandón. Enfrente tiene a Patty Fenn (Julia Roberts), la directora del programa que le habla por la cucaracha y le dice todo lo que tiene que decir y hacer. Fenn es la que mueve los hilos del show, su cerebro.
Un buen día, en el medio de una transmisión en vivo, entra al estudio un joven con un arma y toma como rehén a Gates, a quien culpa de haberle mentido y haberle hecho perder plata. Le pone un chaleco bomba y exige que lo pongan al aire. El muchacho quiere hablar, quiere sacarse la bronca y denunciar un sistema fraudulento. Así empieza la pesadilla para todo el equipo.
El maestro del dinero, cuarta película dirigida por Jodie Foster, incorpora el mundo de Wall Street (con su jerga y sus detestables personajes) al mundo de la televisión. Quiere ser a toda costa un thriller televisivo con guiños al subgénero tan bien cultivado por Sidney Lumet en la década de 1970 (sobre todo a Network y a Tarde de perros). Pretende ser un drama con rehenes que denuncia un sistema financiero corrupto que excede al mundo donde se mueven los personajes. Pero el filme termina siendo una moralina con toques de comedia sin gracia.
Lo que en Sidney Lumet es garra y coraje, con una puesta en escena acorde a la historia que se cuenta, acá todo está menos logrado, todo tiene menos solidez narrativa que en aquellos exponentes de la tradición a la que se pretende acoplar.
Jodie Foster tiene buenas intenciones, pero estas no están del todo logradas cinematográficamente. Tiene una idea de cine y sabe lo que quiere hacer, pero eso no queda muy bien plasmado en la pantalla.
El otro problema es que la verosimilitud y la tensión de la trama se ven interrumpidas a cada rato, ya sea por las actuaciones poco creíbles (Julia Roberts pone la misma cara todo el tiempo), por un guion con momentos inconsistentes y hasta descabellados, y por algunas malas decisiones.
A estas alturas de la historia del cine norteamericano, El maestro del dinero aparece como un epílogo endeble que quiere quedar con la conciencia tranquila, un bonus track ingenuo al que le faltó una mejor realización.