Time-Lapse
El maestro del dinero (Money Monster, 2016), dirigida por Jodie Foster, resulta ser un film mucho más potente por sus interpretaciones, sus cuotas de humor y sus giros sorpresivos, que por un atrapante suspenso.
Lee Gates (George Clooney) es un presentador de televisión que hace sus predicciones sobre el movimiento del dinero en Wall Street. Sin embargo, una de sus recomendaciones salió mal y muchas personas perdieron dinero. Todo tiene que ver con la empresa IBIS que perdió 800 millones de dólares repentinamente. Eso hace que cierto día durante la emisión de su programa, el cual es visto por cientos de personas, ingrese un individuo (Jack O’Connell) y le coloque un chaleco con bombas e inicie una toma de rehenes de todo el set, abogando por una respuesta a lo sucedido con su dinero. La directora del programa (Julia Roberts) intentará conducir el programa para salvar la vida de todos.
Sin duda es una película de gran intensidad, pero más que nada por esa lucha contra el tiempo, la aparición de un detonador y una bomba ya de por sí hace que el relato se vuelva inestable y los personajes entren en un vértigo marcado por la ignorancia de cuál será el final. Situación trabajada de muy buena manera, pero también por un cast de gran nivel: Clooney y Roberts no decaen con papeles precisos para ellos, pero también Jack O’Connell y Christopher Denham, junto a Giancarlo Esposito, recordado de Breaking Bad, aquí como policía.
Por otro lado cabe señalar que la película también termina siendo una suma de clichés: El presentador de televisión resulta ser elegante con cierta animosidad conocida, el muchacho que hace el asalto es un loser, el típico loco perdedor ambicioso pero carente de educación e intelecto con una novia embarazada que se sale de sus cabales para hacer todo sin planificación. De otro lado el empresario que le importa poco la opinión pública y resulta ser un loser con dinero y poder, los hackers que imitan la voz de yoda y que viven encerrados en su habitación a la sombra de videojuegos, el programador asiático, la jefa de comunicaciones elegante y CEO que termina siendo un títere de sus jefes, la infaltable corrupción al invertir, la globalización a partir de hechos mediáticos que “paralizan” al mundo y las inversiones oscuras en movimientos sociales en oriente, y – finalmente- la gente que después vuelve a su vida monótona. Es decir, que si bien es interesante ver todos estos elementos en juego y siempre se presentan de dicha manera, termina siendo algo “conocido” ya leído y comentado en los periódicos o la televisión -como una novela para televisión- sin darle mayor profundidad o alguna pizca de originalidad a lo que hubiera sido un film mucho más potente de lo que es, y no sólo la puesta en luz de sucesos cotidianos de violencia y amarillismo.
Sin embargo, en honor a la verdad, la película es entretenida, te mantiene en vilo, con dotes de emoción y polémica, a pesar de no aportar nada nuevo.