Esta película finge ser lo que no es. La historia: un gurú televisivo de las finanzas, después de un pronóstico errado, se ve secuestrado en el propio estudio desde donde se emite su programa por un hombre desesperado. Algo que cuadra en ese subgénero narrado a pura tensión, negociaciones y revelaciones psicológicas: usted puede hacerse más o menos una idea de por dónde va el asunto. La cuestión es la siguiente: la dirigió Jodie Foster, a la que le importan mucho más los personajes y sus motivos que la historia. Y eso, en este caso, está muy bien. Los films de Foster (pocos pero buenos, ninguna obra maestra pero todos queribles) se concentran en la idea de que no hay buenos ni malos, en que todos tienen sus motivos y, para tomar una posición moral, es necesario primero comprender. De allí que la película parezca menos tensa o menos “de suspenso” de lo que debería indicar su trama y género. Aquí importa más por qué un hombre se desespera, por qué otro cree en el juego del dinero, por qué una mujer -el personaje más importante, el de Julia Roberts- se convierte en una pieza clave, en el puente entre posiciones extremas. Sin ser la maravilla que uno aún espera de Jodie Foster (ojalá algún día pueda concretar su biografía de Leni Riefenstahl), sí un ejercicio interesante del cine de gran espectáculos. Sí, y es una de George Clooney, también.