El pajarito canta hasta morir
Desde el título, la palabra mago remite a magia y magia a la manipulación de la percepción de lo real. En el cine la magia surge cuando ese fragmento de imagen se desordena y la lógica del tiempo lineal se ve afectada por una ley en la que el tiempo propiamente dicho se disuelve en un continuo, que sólo culmina cuando el director decide que termine. Y eso es lo primero que surge al tomar contacto con este extraño documental del cineasta Pedro Otero, que tiene por protagonista excluyente a Alberto Ramón García, más conocido en el mundillo del rock nacional como el pionero Pajarito Zaguri.
La primera sensación es la de sorpresa y la suspensión de credibilidad a partir de la historia que el propio Pedro Otero comparte con el espectador: se entera que pajarito es vecino en su edificio y entabla una relación prácticamente amistosa devenida propuesta para construir un documental sobre este mito del rock, contemporáneo de Moris, Tanguito y autor de innumerables piezas antológicas como Alza la voz, en base a charlas informales en las que el músico y blusero se disponga a revelar parte de su vida.
No hay un orden establecido ni una agenda estricta, sino simplemente una cámara que sigue a pajarito en su intimidad, algo así como el reverso de una puesta de reality donde las estrellas cuentan su día a día como si a alguien que está del otro lado de la pantalla le interesara tanta intimidad a flor de piel.
En El mago de los vagos, el recuerdo del pasado llega difuso y pasa por el terreno sinuoso de la reconstrucción a partir de la subjetividad del propio protagonista, pero la novedad en ese derrotero escurridiso por calles del centro, lugares míticos, de un personaje que por decisión propia en un determinado momento de su vida desapareció literalmente de los lugares que solía frecuentar para recluirse en las anónimas sierras cordobesa por varios años, se distorsiona al extremo tras haberse conocido la noticia de su muerte.
Ese es el punto de inflexión y el espacio con mayores matices de interpretación en la audaz propuesta de Pedro Otero, quien trabaja sobre la zona del mito y la leyenda, despojada del personaje y su realidad, siempre con la manifiesta exposición del artificio detrás de la idea para reinventar a un Pajarito que se vuelve leyenda por cómo se lo recupera del anonimato no sólo desde los testimonios de personajes también conocidos como Diego Capusoto o músicos sino desde el desconocimiento en la calle cuando se le pregunta a la gente si sabe quién es Pajarito Zaguri.
Sobre el “quién es”, no obstante, este documental aporta un costado de intimidad diferente al estilo tradicional de la biopic rockera. Sin embargo, cuando el foco toma por asalto al rostro y no a la máscara, corre el velo de la certeza y abre el interrogante teñido de ambivalencia, creencia o escepticismo acerca de las anécdotas, los recuerdos y esa insistente forma de huir de la soledad y el olvido.