Un hombre está recostado sobre una cama con las manos atadas y una venda sobre los ojos. Tras mucho esfuerzo logra liberarse de sus ataduras y, al asomarse por una ventana, comprueba que se halla en una desvencijada casa del Delta. Así comienza una enredada historia que se basa en un mito popular de los habitantes del lugar, acerca de un mal que posee diversas y ambiguas consecuencias. El personaje logra salir de la casa, frente a la que se halla plantado un sauce, y recorre desorientado el contorno transformado casi en una jungla.
Todo hace pensar que ese hombre fue secuestrado y contrajo el mal del sauce. En uno de esos días de cautiverio su hijo adolescente, con el que había tenido desde siempre muy poco contacto, le alcanza alimentos.
El director Nicolás Sarquís se propuso mostrar en éste, su primer largometraje, los fantasmas que rondan a ese hombre y la manera en que alimenta la esperanza y la espera. Pero el resultado es un relato por momentos tedioso y demasiado confuso, sostenido por una estructura en la que hay que adivinar lo que le ocurre a ese individuo, por qué fue secuestrado y el porqué de su reencuentro con su hijo.
El novel realizador, hijo del fallecido director Nicolás Sarquís, apeló a una estructura demasiado hermética para narrar las penurias del protagonista, y en este camino trastrabilló con cierto aire de presuntuosidad para dar a entender que el sauce puede originar las más extrañas acciones. La actuación de Jean Pierre Noher, que no abandona casi nunca la pantalla, trató de dar algo de aire a ese claustrofóbico individuo, pero el guión no le permitió demostrar su potencial actoral. Poco puede decirse del resto del elenco, que hace breves apariciones, ya que todo el peso de esta historia recae en ese secuestrado, mientras que los rubros técnicos apenas merecen citarse por su mediocridad, punto justo de este malogrado debut cinematográfico de Nicolás Sarquís.