Un hombre solo, es sólo el comienzo
Sebastián Sarquís cuenta la historia de un hombre secuestrado.
La opera prima de Sebastián Sarquís, hijo del cineasta Nicolás Sarquís (director de Palo y hueso y Facundo, la sombra del tigre , entre otras), que falleció en 2003, es un filme que trata sobre una relación entre padre e hijo, una película sobre encuentros y desencuentros, sobre pérdidas. Pero esa historia, si es que está ahí, aparece en el marco de otra, que ocupa buena parte del metraje de este fallido filme que no logra estar a la altura de sus ambiciones.
El filme es, en principio, la historia de un secuestro. Un hombre llamado Franco (Jean Pierre Noher) se despierta solo, amordazado y atado, en una casa en lo que parece ser una isla del Delta. De a poco va descubriendo que no hay nadie allí, pero que tampoco puede escaparse y que nadie parece escucharlo gritar. Pronto aparecerá un niño, su hijo, que dice hacerse pasar por otro para ayudarlo a escapar. Pero mientras Franco espera y espera por esa oportunidad, su sanidad se complica y no está seguro si su hijo intenta salvarlo o algo más está pasando allí.
Paralelamente, se nos muestra que una mujer está negociando telefónicamente con secuestradores pagar o no un rescate para liberar a un hombre, pero nunca nos queda del todo claro la relación entre ambos segmentos del relato. Recién sobre el final, como un sospechoso golpe de efecto, empezarán a caer algunas máscaras y se revelarán los supuestos secretos y sospechas.
El problema de El mal del sauce es que, si bien mantiene su interés en los momentos en los que Noher recorre y descubre, en silencio, el lugar donde vive, sin saber muy bien qué es lo que está pasando ahí, la mayor parte de los diálogos y actuaciones del resto de los personajes entra en un territorio de lo inverosímil a punto tal que la limitada credibilidad de la situación desaparece del todo. Y las revelaciones del final, ligadas a la naturaleza del secuestro y de la relación entre el padre y su hijo, se sienten completamente descolgadas, traídas de otra película que aquí nunca estuvo.
Es una pena que una película que logra algunos climas silenciosos y que demuestra cierta pericia visual no logre sostenerse cada vez que algunos personajes abren la boca. Esa es una deuda, una asignatura pendiente, que tienen muchos directores argentinos.