Inmerso en África
El film de Ulrich Koehler –Oso de Plata como Mejor Director- es un híbrido entre el drama y el misterio. El relato es simple pero atrapante, si bien hay una dosis de ambigüedad e indefinición en el argumento que por momentos confunde. Aunque probablemente sea ese el efecto buscado.
Ebbo (Pierre Bokma) es un médico que reside en África hace 20 años y trabaja en una epidemia llamada la enfermedad del sueño. Su mujer y su hija desean volver a su país pero Ebbo parece no querer dejar ese lugar que tanto lo cautiva. Pasados algunos años, Alex (Jean-Christophe Folly), un enviado de la OMS de origen africano, arriba al país para evaluar el trabajo de Ebbo. Pero Alex encuentra un panorama desalentador: el programa que aquel maneja está claramente en decadencia y ni este ni nadie en el lugar le ofrecen respuestas satisfactorias que le permitan a Alex entender hacia dónde destinan el dinero enviado por la OMS.
El mal del sueño (Schlafkrankheit, 2011) no presenta un conflicto muy claro. El film apunta a una problemática más íntima del protagonista, pero que no resulta muy asible. Ebbo es una intriga, una persona que parece saber lo que quiere pero al instante ya no. Porque con la primera media hora del film reconocemos en él a un padre de familia y médico de prestigio decidido a volver a Alemania con su familia y dejar atrás su vida en África. Luego de unos años (y sin saber qué ocurrió en el medio) vemos al protagonista cambiado: alguien inmerso en otra cultura pero también ávido por aprovecharse de ella, de su gente y de su posición profesional, aunque tampoco sea eso al parecer lo que busca realmente. El título del film funciona de manera simbólica representando la vida Ebbo, un ser que quedó adormecido en su accionar, en sus ganas de vivir y de luchar, prácticamente alienado.
Aunque se puede seguir un argumento sin problemas, es difícil para el espectador entender qué pasa o qué va a pasar, pues nunca sabe más que los protagonistas. No se sabe si sentir pena o desprecio por Ebbo, ni cuál será su próxima acción. Como le sucede a Alex, quien con su mirada de extrañeza ante lo que ve nos representa en sentimiento. Con estas características, el final se auspicia como sorpresivo, pero este no deja de estar en consonancia con la totalidad. Si bien hay un giro cuasi inverosímil, al promediar el film se cierran los sentidos que antes faltaban. Aunque el halo misterioso quede flotando en la superficie.