Peor el remedio que la enfermedad
Este tercer opus del alemán Ulrich Kohler, representante de la Escuela de Berlín, ganador en la última Berlinale por su trabajo de dirección, que debutara en el 2002 con Bungalow, es un film extraño que se instala en el derrotero de tres médicos muy diferentes entre sí, los cuales tienen en común la lucha contra la malaria en Camerún, atravesados por las contingencias de un continente condenado a muerte que es pretexto de la puja económica del sistema de salud mundial y laboratorio de experimentación de compañías farmacéuticas que especulan con lanzamientos de vacunas en tanto y en cuanto se detecten los indicios de una pandemia que amerite la inversión.
Ese sistema perverso del capitalismo salvaje encuentra su cara más cruel en las víctimas africanas, quienes viven en condiciones deplorables, escenario al que llega el protagonista, un médico alemán (Pierre Bokma) que opta por su proyecto de salud en detrimento de la atención de su familia por lo que su vida cotidiana entra en crisis. A este doctor se suma otro médico francés (Hippolyte Girardot), quien debe relevar un informe de situación sobre la existencia o no de una epidemia para activar el financiamiento en esa zona pero que nunca ha tomado contacto con la pura realidad de la miseria y mucho menos con la gente enferma, más allá de su cómoda mirada burócrata desde Europa sin meter los pies en el fango de la coyuntura sociopolítica africana. El tercer médico es oriundo de Camerún (Jean-Christophe Folly) y trabaja junto al alemán desde hace años, personaje que funciona dentro del relato como el contraste entre ambos modelos.
Sin embargo, la clave de esta película no la constituye su registro realista sino su progresivo despegue de lo cotidiano para introducir una atmósfera ambigua que, promediando la parte final, se apodera de manera hipnótica de la trama -recordando por ejemplo al film tailandés Tropical malady- mezcla de alegorías y resabios oníricos que guardan cierto sentido con el adormecimiento de la conciencia.
El mal del sueño pertenece a ese tipo de cine personal e inclasificable que fomenta una relación muy particular con el espectador al desestructurarlo constantemente y sumirlo en un saludable tedio que lo obliga a estar despierto pero que asume los riesgos de pertenecer a un grupo de películas de difícil empatía.