Personaje digno de una serie
Seguramente, la vida de Eugene Allen, jefe de mayordomos y maitre de la Casa Blanca (el primer negro en alcanzar semejante cargo), hombre que a lo largo de 36 años tuvo el honor y el buen humor de servir a ocho presidentes, desde Harry Truman hasta Ronald Reagan, y ver desde su puesto cómo se iban desarrollando algunas decisiones históricas, daba para una buena miniserie. Son muy interesantes y a veces también sabrosas sus anécdotas, registradas por el Instituto Smithsoniano en la serie documental "White House Workers: Traditions & Memories". Pero lo que acá vemos es una película básicamente centrada en un tema: la dura lucha por la igualdad racial en EE.UU.. Y con un claro conflicto: la dispar visión de quien asciende sirviendo a los demás, frente al hijo que lo desprecia por eso mismo.
La idea de hacer la película surge en el director Lee Daniels ("Preciosa") al reencontrar un artículo de Will Haygood publicado en el "Washington Post" poco antes del triunfo de Obama en las elecciones presidenciales del 2008: "A Butler Well Served by this Election". Haygood inventariaba allí la escasa presencia de los negros a lo largo de toda la historia de la Casa Blanca, salvo en la cocina. Por ahí entró precisamente Allen, de lavaplatos, y fue haciendo paulatina carrera. El artículo transcribía algunos lindos recuerdos de Allen y su esposa, y culminaba de forma emotiva, con un golpe de efecto digno de melodrama hollywoodense.
Sí, daba para una miniserie, o una película que no quisiera abarcar lo que una miniserie, porque ya se sabe el refrán sobre el que mucho abarca, aunque ocupe más de dos horas. Sobre todo, si encima agrega la historia de su vida antes de llegar a Washington, problemas conyugales, el hijo díscolo, graves episodios de racismo en el Sur de EE.UU., y cambia el nombre del personaje principal, que en la ficción pasa a llamarse Cecil Gaines y tiene como 1.90 mt. y 120 kilos macizos, que lo hacen más apto para jefe de guardaespaldas que de mayordomos. Por suerte el intérprete es Forest Whitaker, capaz de transmitir un aire tan bonachón y servicial que le creemos todo. Lo acompaña un reparto lustroso, con Oprah Winfrey a la cabeza. Unas figuras se lucen, otras lucen bochornosas, y otras hacen un brevísimo cameo. Como cabía suponer (y temer) la historia tiene una perspectiva "obamista" "políticamente correcta", ignora prácticamente a Gerald Ford (Allen y él cumplían años el mismo día y lo celebraban juntos en el brindis del personal), es injusta con Ronald Reagan y señora (ni hablar de Ike Eisenhower), y en la segunda mitad se pierde un poco. Pero está bien hecha y a veces también emociona lo suficiente como para gustar al público y abrirse camino al Oscar. Música de Rodrigo Leao, vestuario de Ruth Carter.