El indestructible siglo XXI
El mecánico (The Mechanic, 2011) es la confirmación de lo que un año atrás insinuó Los Indestructibles (The Expendables, 2010): el pelado Jason Statham es el presente y el más promisorio futuro de las películas de acción donde prima la fuerza por sobre la espectacularidad.
El protagonista de la trilogía de El transportador (The Transporter) es Arthur Bishop, un auténtico hitman que hace del sigilo, la perspicacia y la fuerza física sus herramientas de trabajo. Parte de una corporación nunca del todo establecida, ni mucho menos legal, debe ejecutar una de las misiones más difíciles de su vida: asesinar a su amigo y mentor acusado de traición, Harry McKenna (Donald Sutherland). Pero no será todo. Dolido y ávido de revancha, Steve (Ben Foster), el hijo de Harry, se ofrece como aprendiz de Bishop, quien lo entrena a sabiendas de que, tarde o temprano, él será victimario de la venganza.
En agosto del año pasado, la cartelera porteña albergó a la película más camp de los últimos años: Los Indestructibles. Allí un grupo de superestrellas del cine de acción de los reaganeanos años ochenta volvía al ruedo en una película absolutamente conciente no sólo del paso del tiempo –la trama giraba a un escuadrón paramilitar prácticamente marginado-, sino también de los paradigmas cinematográficos: generaba más rareza que nostalgia ver una película de acción donde primaban las piñas, los músculos y la testosterona, por sobre la banalización física de los FX, la impostación coreográfica y la metrosexualización de las actuales películas de acción, si es que así pueden llamarse a los engendros de Michael Bay o la inminente enésima versión de Rápido y furioso que pulularán por el mundo en los próximos meses.
Pero había una discordancia en ese grupo. Es que a Sylvester Stallone, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Eric Roberts y Bruce Willis se le sumaba el joven Jason Statham. Con 43 abriles a cuestas, el británico debutó recién en 1998, cuando las carreras de sus compañeros de elenco menguaban. ¿Qué hacía Statham en una película anacrónica y de patina ostensiblemente retro? El mecánico tiene la respuesta. Hoy por hoy, pleno 2011, este actor parece ser el único capaz de continuar con aquella estirpe de actores de cine acción entendido como tal. Desde la de bautismal El transportador, pasando por esa montaña rusa que fue Crank, veneno en la sangre (Crank, 2006) hasta el film de Simon West, Statham le imprime a sus películas el indeleble sello de esa pulsión hormonal y física casi extinguida. Si hasta aquellos films menos centrados en los puños y tiros (Caos, Celular) tiene la potencia cinemática del movimiento físico constante.
No es casual tampoco que él sea el elegido de ponerse en la piel del mismo personaje que interpretara Charles Bronson en la versión original de este film. Simon West (Con Air, Tomb Raider) articula una narración despareja, sí, con el único fin de hilar las secuencias de acción del asesino y discípulo. Pero tiene el tino de no fallar donde no debía. El director parece escuchar lo que El mecánico pedía: una cámara atenta al movimiento, que acompañe de cerca sin atosigar (ejem, Michael Bay) permitiendo la distinción del emisor y posterior receptor de los puñetazos.
Los Indestructibles bien podía interpretarse como ejercicio de memoria: miraba al pasado para entender el presente y vaticinar un futuro, edificando una síntesis perfecta sobre de dónde viene (Stallone y compañía) y hacía dónde va (Statham) el cine de acción. El mecánico es otro paso. Por muchos más.