El Mecánico cuenta la historia de un asesino a sueldo (la única cosa que vamos a saber de él por supuesto) que vive cómodo, solitario y disfruta enormemente de su perfecta y precisa rutina: le mandan una orden a través de un aviso clasificado; el tipo investiga, planifica, viaja, mata y vuelve. Limpio, sencillo y rápido. Por supuesto, no siente el menor escrúpulo, culpa o remordimiento ya que, claro, por un lado es un hombre frío, duro, solitario, machote, “mecánico” y, por otro, la mayoría de los objetivos que le ponen son muchachos feos de más abajo (léase América Latina), de la sucia y narcotraficante Colombia, por ejemplo; por lo cual el tipo duerme tranquilo a la noche, sintiendo que a fin de cuentas le hace un favorazo al mundo. Claro, de la complicidad del Norte frente al Sur ni jota, por supuesto.
Todo se complica cuando justamente esto mismo se quiebra. Resulta que esta vez no lo mandan a matar ni a colombianos ni a venezolanos ni a cubanos como le gustaría. Ahora su blanco es su propio mentor, Harry (Donald Sutherland, ¿alguien puede creer que este hombre una vez, hace mucho, filmó con Fellini?), el hombre que usualmente lo contrata para estos trabajos, y que usualmente también parece hacer las veces de figura paterna, de viejo piola, como se puede observar cuando le tira piropos acerca de lo bueno que es en su trabajo y lo orgulloso que está de él. En efecto, el mecánico, que responde al nombre de Bishop (Jason Statham, el eterno transportador), es el hijo que nunca tuvo y que, en contraposición al real, Steve (Ben Foster, podría pelearla más arriba si quisiera), le da motivo para estar orgulloso, ya que, claro, Steve es un veinteañero conflictivo, confundido, alcohólico y, lo más importante, no mata gente tan bien como a papá Harry le gustaría.
Por todo esto, al duro, frío, solitario, despiadado y mecánico Bishop se le genera un dilema existencial. Parece que este asesino a sangre fría (Dexter dixit), que después de ahogar brutalmente a alguien se va a su casa del (¿Tigre?) río, come, lee el diario, escucha música y a la noche frecuenta a su prostituta favorita (único contacto que tiene con otro, ¿se acuerdan de El Custodio?); en el fondo es un hombre tierno, sensible, cariñoso y quiere mucho al viejo. Sin embargo, al sobreponerse a toda esta repentina sobrecarga emocional, y recordar que es un hombre serio y profesional, cumple con su trabajo. Pero resulta que el tipo todavía siente culpa y entonces decide ser buena persona y encargarse del pobre bastardo de Steve, quien va en búsqueda de venganza a toda costa.
De más está decir que la película de a ratos entretiene a base de innumerables tiroteos, entrenamientos de combate entre profesor-aprendiz y un par de asesinatos gratuitos para “aprender el oficio”. Hacia el final, para alguien que buscaba una cierta redención al hacerse cargo del hijo de una de sus fatales víctimas, todo desemboca en una contradicción ridícula; si bien el protagonista toma la venganza de que los de arriba lo hayan engañado para matar al viejo, después termina haciendo de las suyas una vez más.
Por mi parte tengo que confesar que resulta sumamente cansino ver a Statham una y otra vez, y en una y otra película, sin contrastes, mientras hace piruetas y sale ileso de las situaciones más letales e imposibles. Le sale tan bien la de El Transportador que hasta lo contratan para las publicidades de Audi. Por otra parte, Ben Foster funciona, quizás, como lo mejor de la película con su mínimo aporte. Alguien deseoso de aprender el oficio, pero movido internamente por un inextinguible cóctel letal de amor- odio por vengar a su padre, cosa que lo autodestruye y lo vuelve ambivalente acerca de si realmente le importa o no su muerte, sin esforzarse por ocultarlo. Con lo cual su personaje agrada al menos por su coherencia narrativa. No juega a hacer de asesino a sangre fría y a la vez volverse un tipo sensible y preocupado por el prójimo (cosa que, aunque no es imposible y hasta podría ser interesante, además, es muchísimo pedirle al pobre Statham). Insisto en que si Foster dejara atrás este tipo de cosas podría ser un actor destacable. El Mecánico, si bien repara los desperfectos y se ocupa de las cosas indeseables, no es capaz de construir un relato de acción medianamente interesante.