Statham sigue esperando a un gran director
Statham todavía se debe una película, o un realizador, que aproveche tanto su capacidad para reflejar el profesionalismo a través de su cara de póker como su extraña predisposición a los pasos cómicos.
Jason Statham ha construido personajes muy conectados con el mundo de Michael Mann: esa clase de tipos impertérritos, impenetrables, ultraprofesionales, cuya vida personal se mezcla demasiado con la profesional, con códigos anticuados vinculados al honor, la lealtad y la vocación por hacer las cosas de la manera más limpia y adecuada posible. De hecho, Statham tuvo un breve cameo en Colateral, donde se cruzaba con Tom Cruise, un tipo que, también sin dejar de ser un profesional, delata una locura en sus composiciones y su carrera cada vez más acentuada.
Las menciones de Mann y Cruise no son arbitrarias. Statham todavía se debe una película, o un realizador, que aproveche tanto su capacidad para reflejar el profesionalismo a través de su cara de póker como su extraña predisposición a los pasos cómicos a través de la distancia de las acciones. Hay presentes algunas muestras como para tener en cuenta en su filmografía: Snatch, Celular, La estafa maestra, la saga de El transportador, Carrera mortal, Crank: veneno en la sangre, El gran golpe y Los indestructibles han aprovechado diversas vertientes de la personalidad del actor. Sin embargo, Statham todavía no ha tenido su propia gran película, su Terminator o su Duro de matar, como lo tuvieron Arnold Schwarzenegger o Bruce Willis.
El mecánico no va a ser ese gran filme que queremos para el bueno de Statham. En gran parte por el señor detrás de cámara, un tal Simon West, que entre Con Air, La hija del general, Tomb Raider y Cuando un extraño llama no ha hecho nada bien. Al tipo no se le cae una idea original y pocas veces encuentra el tono necesario para un policial que precisaba un estilo seco y duro, pero que en cambio termina exhibiendo un abordaje con jueguitos de montaje inútiles y música a todo lo que da. West nunca acierta sobre cuándo detener el ritmo o cuándo acelerarlo, con lo cual no puede construir los personajes adecuadamente y los vínculos entre ellos se revelan como extremadamente arbitrarios. No hay una progresión narrativa coherente y las escenas de acción –bien filmadas, hay que reconocerlo- se van acumulando porque sí, casi a pedido de un supuesto espectador que sólo va a ver a Statham haciendo lo que mejor sabe. En el medio, también Ben Foster y Donald Sutherland son desperdiciados, y hasta hay un par de personajes femeninos que aparecen por ahí para tener escenas de sexo seudo-videocliperas y no mucho más, como si fueran meros objetos de contemplación, sin profundidad o relevancia. Por último, el final es tan arbitrario como predecible, sin sustancia y totalmente rutinario.
Y sin embargo, parte del relato sobrevive gracias al carisma de Statham más la efectividad de Foster y Sutherland, y hasta cierta crudeza sin vueltas que se permite la cinta. Pero no hay mucho más en un filme nunca va más allá de un cometido básico y que se termina relevando prácticamente irrelevante. No deja de ser sintomático cómo El mecánico se vincula con Cacería de brujas: estrenada la misma semana, dos estrenos que no aportan nada a nivel cinematográfico, desaprovechan actores y serán rápidamente olvidados, delatando a lo sumo una política de lanzamientos donde quedan fuera obras mucho más ricas, polémicas e interesantes. Un poco de coherencia ahí, por favor.