A través de la figura de Robert Cox, editor y director del Buenos Aires Herald, el documental El mensajero, de Jayson McNamara, pasa revista a los años oscuros de la última dictadura cívico-militar y el rol de los medios.
Robert Cox llegó al país a fines de la década del 50 para trabajar en el Buenos Aires Herald. Un periódico en inglés que contaba las noticias del mundo en Argentina. Lentamente se va incorporando la información nacional hasta que, ya como editor y director (a partir de 1968), en los convulsionados setenta salen en su portada, primero, los asesinatos perpetrados por la AAA y, luego, las desapariciones y todas las violaciones a los DD.HH. llevadas a cabo por el gobierno militar de facto.
Mientras el país se cernía en una ola de muerte desde el aparato estatal y en la complicidad civil sostenida por el silencio y la connivencia de los medios masivos de comunicación (diarios, televisión y radio, casi sin excepción), el Buenos Aires Herald se convertía en la única voz de los que no podían hablar y su redacción en su lugar de cobijo y escucha. Hasta que Cox tuvo que dejar el país en 1979 tras sufrir un secuestro, atentados y amenazas contra él y su familia.
A partir de testimonios tanto del protagonista (que no oculta sus ideas a favor del golpe de estado y su esperanza por el rol de los militares en la pacificación social) y su esposa (Maud) cuanto de los colaboradores del diario (Uki Goñi, Andrew Graham-Yooll) y de los familiares que recuerdan esos años -aún con las contradicciones que plantean sobre la reivindicación de su labor y la calificación de terroristas para con las víctimas desde los mismos editoriales – y del increíble y muchas veces inédito material de archivo (las imágenes van desde programas especiales, corresponsalías informativas, marchas y rondas de Madres y Abuelas hasta campañas publicitarias propagandísticas y el Juicio a las Juntas), el director y guionista McNamara construye un documental sólido y contundente (más por su contenido que por su búsqueda formal), emotivo y que ayuda a reflexionar.
Si alguien, desde un medio pequeño, lo pudo hacer, todos hubieran podido. Y si la información de lo que estaba pasando en el país salía en tapa, todos podían saber. Así de fácil se derriban los argumentos de” nadie sabía” y de “no se podía hacer otra cosa” que aún hoy en día muchos esgrimen como justificación para negar su complicidad.