Es el padre de las “joditas telefónicas”, un nombre –o un apellido- que engloba toda una época de la comedia televisiva argentina. El Dr. Tangalanga adquirió fama mediante un número con una dinámica infalible: llamar por teléfono a una empresa y/o persona para lo que inicialmente es una consulta “seria” y luego, a fuerza de una enorme capacidad de improvisación, llevar la charla hacia el terreno de la insolencia y la escatología.
Es curioso que en épocas de sensibilidad extrema con el humor llegue una comedia que haga de la puteada una de sus principales armas cómicas. Pero así lo hace El método Tangalanga, de Mateo Bendesky, una suerte de cruza entre homenaje y aproximación mitológica a los orígenes del personaje de inconfundible barba, bigotes falsos y anteojos creado por quien en la “vida real” se llamó Julio Victorio De Rissio.
El protagonista acá no se llama Julio, sino Jorge. Se trata de un tímido empleado de una empresa de jabones al que le cuesta horrores hablar en público. Y ni hablar de acercarse a una mujer, tarea que delega en su locuaz amigo y compañero de trabajo Sixto (Alan Sabbagh). Con él internado, Jorge (Martín Piroyansky) debe vender unos productos en una reunión que sale pésimamente, para desazón de su jefe (Luis Machín, de enorme timing cómico).
Derrotado y enojado con sí mismo tras esa situación, termina de casualidad en el evento de un mentalista español interpretado por Silvio Soldán (sí, el de Feliz domingo para la juventud), quien a través de una suerte de hipnosis logra que, al escuchar el tintineo de una copa o el tono de un teléfono, Jorge libere su lado B, un Mr. Hyde hecho de extroversión, caradurez y encanto.
Y así inicia un camino de verborragia telefónica y personal perfecto para vengarse de quienes se portaron mal con él, alegrar a su amigo Sixto llevándole grabaciones de las conversaciones y, desde ya, conquistar a Clara (Julieta Zylberberg), la recepcionista del hospital y amante de uno de los directores del nosocomio (Rafael Ferro).
Apoyada en la gestualidad de Piroyansky, notables personajes secundarios y un guion que, se dijo, celebra el arte de la puteada, El método Tangalanga se presenta como una comedia romántica clásica, aunque con la modernidad suficiente para deconstruir el género pensándolo como mucho más que “hacer reír” a alguien. A fin de cuentas, para Jorge el humor es un ariete para embestir contra aquellas situaciones para él dificultosas.
El resultado es una biopic particular, que prioriza no tanto la recreación histórica como el espíritu zumbón y chabacano que atravesó la carrera de Tangalanga. Una comedia que recorre su propio camino con respeto, mucho humor y un corazón enorme.