El gran bromista nacional
A pesar de contar con las técnicas para reconstruir tiempos remotos, a nuestra época le cuesta mucho representar su pasado, adentrarse en la idiosincrasia y los pareceres de generaciones previas, incluso retrocediendo tan solo unos pocos años, dado que los tiempos pretéritos deben ser tamizados por un presente demasiado vertiginoso para ser codificado por los habitantes del esquizofrénico futuro distópico ciberpunk que ya llegó. Dentro de este ámbito de explotación de la nostalgia, El Método Tangalanga (2022) es una rareza que retrocede a los años sesenta para intentar mirar al mundo con ojos más inocentes y entrañables.
Durante muchos años, antes del advenimiento del teléfono celular y su transformación en computadora de mano y objeto de distracción e incomunicación, las pesadas bromas telefónicas del Doctor Tangalanga circulaban por todo el país, desencajando de risa a varias generaciones de argentinos, especialmente a los jóvenes, que veían en las bromas vernáculas de Julio Victorio di Rissio, un hijo de inmigrantes italianos y gerente de compras de una conocida marca de jabones, a una especie de pícaro vivaz que se burlaba de todo aquel que se cruzara en la línea con justeza e inteligencia, enredando a su interlocutor en un intercambio retórico delirante en el que los agravios opacaban algunas veces el virtuosismo verborrágico del héroe puteador.
Desde hace ya muchos años, con di Rissio aún con vida, se barajaba la posibilidad de una película sobre Tangalanga que se centre en el personaje, no como en el film de Diego Recalde, Víctimas de Tangalanga (2016), quimera que parecía destinada al fracaso hasta que finalmente el realizador argentino Mateo Bendesky lograría concretar el sueño con El Método Tangalanga, una comedia dramática y romántica que combina algunos datos fácticos de los inicios del personaje bromista con una historia de ficción escrita por el propio Bendesky junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman.
En El Método Tangalanga, Jorge Rizzi (Martin Piroyansky) es un joven e hiper tímido gerente de producto de una marca de cosméticos nacionales, que compite con las grandes firmas internacionales gracias a la habilidad de un vendedor estrella, Sixto (Alan Sabbagh), que les encaja cualquier producto a sus clientes. Cuando Sixto se enferma gravemente y es internado, Jorge lo va a visitar a la clínica, donde trabaja como recepcionista Clara (Julieta Zylberberg), la amante del dueño, Franco Giordano (Rafael Ferro), una mujer que intenta estudiar locución y de la que Jorge se siente atraído, pero que, dada su timidez, no atina ni a la más básica de las interacciones. Tras considerarse estafado por el veterinario del perro de Sixto, cuando le hace un favor a su amigo internado, y después de perseguir al perro durante varias cuadras, Jorge acude desconcertado a la presentación de Taruffa (Silvio Soldán), un mentalista español que descubre el origen de la timidez de Jorge y deja salir al bromista recalcitrante que el tímido treintañero lleva adentro. Cuando Jorge escucha el hipnótico sonido de dos vidrios al chocar o el ruido del tono telefónico se transforma en otra persona, un héroe vindicador que alegra los días de Sixto, primero con una grabación de una broma telefónica al gravoso veterinario y más tarde a otros personajes ominosos de fauna argentina, en general pequeños comerciantes que se aprovechan de sus clientes.
La película de Bendesky recupera los inicios de las bromas telefónicas de Tangalanga para crear una obra que se asienta en la década del sesenta del siglo pasado para narrar una historia sin prisas, defraudando a conciencia y alevosamente a todo aquel fanático de los insultos telefónicos del ilustre bromista nacional, pero brindando a la vez un buen relato romántico, nostálgico, que homenajea a la ternura de las bromas del personaje más que su costado escatológico.
El Método Tangalanga cautiva con las buenas actuaciones de un elenco compuesto por Martín Piroyansky como Tangalanga, Julieta Zylberberg como la chica que anhela descubrir al héroe detrás del teléfono, Alan Sabbagh como el amigo que lo anima a hacer más bromas, mostrarse en público y vencer la timidez, Rafel Ferro como el empresario manipulador, Luis Machín como un jefe exigente, Luis Rubio como el enfermero compadre y el siempre exagerado Silvio Soldán en un papel a su medida, todos personajes que buscan generar tanto risas como pequeñas lágrimas de alegría en una película pensada para homenajear sin ofender y burlarse sin agredir, una forma de recordar a Tangalanga un tanto antojadiza pero válida al fin y al cabo, que funciona y cuadra con los inicios de las bromas de di Risso que circulaban entre amigos y círculos que apreciaban el atrevimiento de transformar un aparato de comunicación en un instrumento del humor.