El cliché de los sueños
La última serie de películas de Daniel Burman se ha distanciado ostensiblemente de su “trilogía de la identidad”. Desde El Nido Vacío su cine emprendió un camino de mayor adecuación a los géneros, acompañado también por elencos más rimbombantes y un apoyo presupuestario más industrial. En Dos Hermanos, la dupla Gasalla- Borges operaba más en el orden de un espacio televisivo, adosado a una puesta en escena que parecía potenciar una idea que resultaba chocante. La cuarta de la serie es El Misterio de la Felicidad (sucesora de la impresentable La Suerte en tus Manos), que mueve los engranajes genéricos de las parejas -al parecer- imposibles que tuercen lentamente esa pugna que impide la unión. El comienzo de la historia tiene una economía de situaciones y encuadres que augura una comedia industrial bien de fórmula sobre la soledad inesperada, que es la que experimenta Santiago (Guillermo Francella), luego de ser abandonado por Eugenio, su socio de toda la vida, dejándolo solo a cargo del negocio de venta de electrodomésticos. A continuación se hace presente la esposa del ausente, Laura (Inés Estévez) para ocupar, en varios órdenes, el lugar de su marido.