Hay algo de sustancia más allá del erróneo trailer para El Misterio de la Felicidad, que ofrece una mirada a la comedia argentina como algo vacuo, con chistes sobre la homosexualidad que atrasan, envejecen al género. Lo cierto es que la nueva película de Daniel Burman no es la película que el marketing hace ver, sino una exploración personal interna en la cual dos personajes disímiles dejan de lado sus aparentes diferencias para ayudarse el uno al otro cuando la persona más importante de sus vidas desaparece misteriosamente.
El misterio a resolver, además del título del film, es la imprevista ausencia de Eugenio - Fabián Arenillas - quien de un día para el otro abandona su vida rutinaria en pos de su sueño, un detalle que durante los primeros minutos del film se puede ir intuyendo, armando la idea. Este acto de precisión casi mágica y milimétrica desestabiliza a su mejor amigo y colega de toda la vida, Santiago, encarnado por Guillermo Franchella. Franchella trabaja siempre sobre la misma línea actoral, un personaje enclavado en el imaginario colectivo nacional, que apenas con unos mañierismos y un par de quejidos logra vender esa fachada de sujeto que uno conoce de toda la vida. Antes de repetirse completamente, le otorga a su Santiago una melancolía bien trasmitida, que se siente propia, al ser abandonado por su amigo de toda la vida sin previo aviso.
La entrada a escena como coprotagonista de Laura, encarnada con genialidad por una curtida y madura Inés Estevez, genera un contrapunto interesante con el socio de su desaparecido marido. Maníaca al ciento por ciento, Laura aparece presentada como neurótica y adicta a las pastillas, una mujer infernal insoportable que con un minuto de charla con ella se entiende porqué su marido de más de veinte años la abandonaría. Pero detrás de esta primera impresión se esconde un personaje herido, cuyos sueños nunca se cumplieron y cuya vida marital aplastó toda posibilidad de progresar. Juntos, Santiago y Laura, irán descifrando cual detectives todas las pistas que su marido y mejor amigo dejó, ayudados por un hilarante detective retirado - un gran Alejandro Awada.
En esta aventura detectivesca, ambos personajes irán descubriendo detalles de la vida de cada uno, y en esos detalles, y en la vida compartida con el desaparecido, los límites que los separaban irán desapareciendo, acercándolos cada vez más, pero nunca de una manera romántica obvia. El guión de Burman y Sergio Sergio Dubcovsky juega muchas veces con esa unión, pero no es el romance el conflicto primordial, el quid de la cuestión. Uno recuerdo de la juventud y un viaje inesperado cierran con un lazo fuerte y emotivo la filosofía que presenta el Daniel Burman en El Misterio de la Felicidad, un inesperadamente grande exponente del buen cine nacional.